martes, 3 de julio de 2012

Esperando el impacto


















Mientras tanto, una tenue brisa balanceaba las hojas de los arboles, y en el horizonte, el sol regalaba los últimos rayos de luz del dia.
Observaba este apacible atardecer sentado en el porch de mi antigua casa de campo, recordando años pasados y lejanos.
De pronto me quedé perdido en mis pensamientos. Aparentemente, es en el único lugar donde puedo ser libre, donde todo tiene sentido; donde todo es perfecto.
   "La paz de la pampa es un bien que no puede adquirirse en una ciudad, aún invirtiendo todo el dinero que sea. La gente de la ciudad no comprende esto, vive continuamente comprando cosas para lograr paz y tranquilidad, en un ámbito en el que esas palabras no existen, ni existirán jamás.
El objetivo de la vida de un hombre en una ciudad es hacer dinero, mientras que en el campo, la vida tiene otra perspectiva, si se quiere mas elemental, silvestre o pura; pero no tiene ese significado materialista acuñado; en la pampa un arado es mucho mas útil que un billete, y un anochecer estrellado es mas lindo que cualquier estreno cinematográfico.  
El hombre es un ser gracioso. Pero sobre todo ignorante, pasa su vida perdiendo su salud para ganar dinero, y luego pierde el dinero para recuperar la salud.
Piensa de manera ambiciosa con respecto al futuro y no disfruta el presente, por lo que no vive ni el presente ni el futuro. Vive como si nunca tuviese que morir y muere como si nunca hubiese vivido. Es un ser totalmente patético y lamentable.
Pero debo decir que no he llevado siempre esta vida rural, tambien fui una persona que ha vivido mucho tiempo en la ciudad bajo ese ritmo tenaz, dominado por los billetes y los relojes. He caminado las calles de la ciudad, he respirado su humo, he sido víctima de su atropello y me he sentado en sus plazas, comparables a macetas navegando en el medio del cemento y la mugre.
Probablemente, aún continuaría viviendo como un mediocre en un monoambiente del centro, mirando la basura televisiva de turno y oyendo diariamente sinfonías de sirenas y bocinas; si no me hubiesen diagnosticado hace unos años atrás, esta enfermedad terminal que me consume a cada segundo.
He pasado tantos años viviendo como un animal enfermo por el dinero y el consumo, que finalmente decidí vivir mis últimos años de la manera mas humana y natural posible. Si el hombre nace sin un celular en su mano, tendría que morir de la misma manera, tan solo respirando el perfume de los robles y azhares, escuchando el canto de los pájaros, y observando como postal el universo estrellado".
De repente un zumbido hizo que abandone momentanemente mis pensamientos.
Levanté mi cabeza y vi que se trataba de una avioneta que volaba a lo lejos. Es bastante raro ver alguna sobrevolando estas zonas. La última que recuerdo haber visto por aca fue hace ya unos 3 o 4 años.
Por alguna razón, mi atención se quedó posada en aquella aeronave que se dirigía hacia donde yo estaba.
Es curioso como las cosas habituales de una ciudad son algo especial en el campo. En una ciudad nadie le prestaría mas de un segundo de atención a un avión, mientras que para mí, era todo un acontecimiento ver a esa maquina sobrevolando los cielos.
Me levanté de mi asiento, y me quedé parado a unos metros de la casa, para poder observarlo mejor. La aeronave se acercaba cada vez mas hacia donde estaba. Esperaba ver de cerca, con el mayor detalle posible, el paso de la avioneta. En ese momento sentí que todo lo que me unía a la ciudad era ver esa avioneta.
Entonces percibí que el piloto de la aeronave se movía demasiado dentro de la cabina, mientras yo miraba con atención todo lo que ocurría.
La avioneta enfiló directamente hacia donde estaba parado, y percibí que habia fuego en uno de sus motores.  El piloto trató inutilmente de revertir el curso de su aeronave y finalmente abrió una de las puertas y se arrojó en un paracaidas.
El avion estaba a unos 200 metros de donde estaba y se dirigia hacia mi. Por unos intantes, me quedé parado observando la nave sin hacer un movimiento. Al ver que no me movía de allí, el piloto comenzó a gritarme moviendo sus brazos energicamente.
Pero yo no me movía. Ahora estaba a 100 metros. La distancia entre la nave y yo se acortaba proporcionalmente al aumento de los gritos del piloto.
No me moví ni un centimetro, no queria hacerlo. Por un momento, sentí que todo cobraba sentido, todo era lógico, que las cosas debian ser asi, debían terminar asi.
Sentí que toda la conexión que me quedaba con la ciudad radicaba en esa avioneta. Habia nacido en la ciudad, habia vivido en la ciudad, luego decidí auto exiliarme en el campo, pero aunque quisiese negarlo, mi esencia era la ciudad: habia intentado huir de sus garras y su asfalto dibujando otra realidad, pero no podía negar que la ciudad ya me habia transformado en lo que nunca quise ser, y que el campo no hacia mas que extender y suavizar la agonía.
La avioneta estaba a unos 50 metros de mi, mientras el piloto seguía gritándome sin entender porque no me movia. Y es lógico, el desconoce todo lo que he pasado.
Simplemente levanté mi brazo saludandolo; llendome con el viento, los pájaros y las estrellas, llevándome los rayos del sol y el agua clara, el canto del gallo por las mañanas, las lluvias, la quietud y el silencio.
La ciudad que me habia creado ahora me reclamaba, me mostraba quien era, de donde pertenecía; y si bien hice todo o posible por olvidar quien fui alguna vez, al final, mi esencia seguía siendo la misma.
Y ese avión dirigiendose a toda velocidad hacia mi, era la ciudad, llevandome de nuevo a casa.





FIN

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