Han pasado seis meses de mi milagroso escape, en el cual burle
una vez más a la muerte. Me encuentro viviendo de incógnito, en una vieja casa
ubicada en un barrio donde nadie me ha visto antes. Aunque mi cara aparezca día
por medio en los medios de comunicación, tengo que tomar la mayor cantidad de
precauciones para no ser reconocido.
Le alquilo a una anciana, la cual pasa cada dos meses a cobrar
la renta. La pobre vieja tiene amnesia permanente, por lo que no resulta una
amenaza para mí.
Trato de no salir mucho a la calle, en este último tiempo se ha
intensificado la actividad policial. Gracias a mi “episodio”, el gobierno
contrato miles de policías para cuidar a la población de tipos como yo. Además,
la recompensa por mi captura vivo o muerto subía con el correr de los días.
Ahora estaba cerca de cien mil dólares. Mucho dinero, lástima que no pueda
pasar a cobrarlo.
Trabajo de noche en la guardia de una clínica como enfermero. El
salario es pésimo pero me ayuda a vivir. Si es que a esto puede llamársele
vida.
Igualmente planeo salir del país, no quiero arriesgarme a
permanecer acá. De un día para el otro puedo ser atrapado por la policía o por
los narcos, de los cuales, por suerte, hasta el día de hoy no tengo noticias.
El dinero para mi viaje voy a conseguirlo de la herencia de un
pariente, el cual murió la semana pasada. Solamente una mujer que vive en el
exterior y yo, éramos su única familia. El problema será ir a cobrarlo. Acercarme
hasta allí, sin ser descubierto.
Vivir en la clandestinidad es más difícil de lo que me
imaginaba. Debo medir mis actos y mis palabras para no levantar sospechas. Pero
cada vez se complica todo más.
La otra noche en la clínica, ingresó un herido de bala. Mientras
lo revisaba, el tipo me reconoció y comenzó a gritar, los otros médicos se
acercaron. Justo entro en paro cardiaco del que jamás se despertó. Esto fue una
alarma, no podía permitir que me volvieran a reconocer. Pero era cuestión de tiempo.
Tendría que irme del país, desaparecer lo más rápido posible.
Capítulo II
"Dinero Fácil"
Estaba acomodando mis escasas pertenencias en un bolso cuando sonó el teléfono. Me dirigí hacia el y atendí. Una voz me comunicó que los tramites para el cobro de la herencia estaban listos, solo tenia que pasar a retirar el dinero. Como si fuera tarea fácil. Tendría que entrar a un edificio público, a plena luz del día y perfectamente vigilado por la policía.
Era casi un suicidio, realmente imposible pasar desapercibido.
Pero tenia que jugármela.
Espero seguir teniendo la suerte de mi lado.
Entonces decidí cambiar mi apariencia. Tenia que esconder mi
identidad lo mejor posible. Primero me rape, me afeite, y luego me puse unos
anteojos negros. Sobre todas las cosas tenia que actuar normalmente. Es
sencillo decirlo, pero no hacerlo.
Al día siguiente me desperté temprano. Era el gran día. El plan
era simple; entrar, tomar el dinero y salir lo más rápido posible. No podía
permitirme cometer un error. Tenia que impedir que me reconocieran tanto los
ocupantes del banco, como las múltiples cámaras de seguridad que se encontraban
en las inmediaciones. Me puse una chaqueta, cargue mi revolver, por las dudas,
tome un taxi y me dirigí al lugar.
A paso firme y respirando profundamente, tratando de aparentar
una inexistente tranquilidad, ingrese al edificio. Me dirigí hacia la
recepción, donde una secretaria tomó mis datos personales, falsos por supuesto,
ya que me hacia pasar por el difunto hijo del muerto; y me condujo hacia una
oficina, donde esperaría al escribano. Este no venia. Los minutos pasaban, yo
me impacientaba cada vez mas. Si no entraba por la puerta en los próximos
segundos tendría que irme. No creo que me hubieran reconocido, pero no podía
arriesgarme a permanecer acá ni un instante mas. Cuando me había levantado de
la silla para retirarme, entró un hombre bien vestido disculpándose por la
demora.
Corroboró mis datos en su computadora, me hizo firmar algunos
papeles y me dijo que el trámite había finalizado. Le pregunte cuando me darían
el dinero. Respondió que no acostumbraban a entregar grandes sumas de dinero
personalmente, por una cuestión de seguridad, pero que a más tardar el próximo
mes me lo enviarían a mi cuenta. No podía darme el lujo de esperar tanto
tiempo. Con la policía pisándome los talones tenía que desaparecer a la
brevedad. Le deje ver mi revolver, y mi disconformidad con su medida.
Le dije que no intentara nada estúpido y que me trajera el
maldito dinero. Es impresionante como obedece una persona cuando se usa el
miedo como instrumento. En menos de tres minutos, tenia los quinientos mil
dólares dentro de mi valija. Le di un golpe al escribano dejándolo
inconsciente, y me dirigí hacia la salida.
Todo salía a pedir de boca, el próximo paso era tomar un taxi
hacia el aeropuerto y desaparecer del país hoy mismo. Pero mi sueño perfecto se
vio interrumpido, cuando en un instante ingresaron al banco cinco tipos
encapuchados y armados con rifles automáticos.
Después de reducir al personal de seguridad, vaciaron la bóveda
del banco y a todas las personas que se encontraban en el establecimiento,
incluyéndome.
Subieron a una camioneta con el botín y huyeron. Yo salí atrás
de ellos. Subí a un taxi, dispuesto a seguirlos hasta el fin del mundo si fuera
necesario.
Dentro de esa camioneta viajaba mi boleto hacia la libertad, no
podía perderlo.
Capítulo III
"Persiguiendo a la coneja verde"
Cuando le dije al chofer del taxi que siguiera a la camioneta
negra, inicie una tarea bastante arriesgada. Pero debía hacerlo. Esa suma de
dinero era demasiado importante para comenzar una nueva vida muy lejos de acá,
y no podía darla por perdida.
Tenia que recuperar mi dinero impidiendo que los tipos escapen o
peor, que sean capturados por la policía, la cual ya había sido puesta en aviso
como lo delataba el ruido de las sirenas lejanas.
Los tipos manejaban como maniacos, tratando de buscar una
salida, de escapar de lo imposible. Varias veces pudieron haber causado choques
fatales, que por suerte no ocurrieron. Luego de quince minutos de persecución,
descubrieron que los seguía y comenzaron a disparar contra el taxi. Las balas
rozaban continuamente el vehículo, sin contar las que impactaban en el,
atemorizando al conductor, quien no tenia muchas intenciones de continuar con
su trabajo. Entonces, al ofrecerle una jugosa cantidad de dinero, el hombre
cambio de opinión y piso el acelerador.
Saque mi revolver y trate de dispararle a las ruedas de la pick
up negra, pero no tuve suerte con mi puntería. Yo era una verdadera molestia
que interfería en el escape de los maleantes. Por nada en el mundo iba a
dejarlos huir con mi dinero.
Decididos a eliminarme, la camioneta redujo su velocidad y se
acercó al taxi. A escasos siete metros de distancia, uno de los delincuentes
saco su ametralladora y disparo sobre el vehículo. Instintivamente me arroje
sobre la butaca del automóvil. Montones de pedazos de vidrios volaron por todas
partes. Percibí que el motor se detenía. Al darme vuelta vi al conductor muerto
con múltiples impactos de bala en su cuerpo.
Moví al cuerpo hacia el asiento trasero y continué la
persecución. Esta vez, los tipos entraron en la autopista manejando a
contramano. No tenía otro remedio que seguirlos.
Los demás automóviles trataban de correrse como podían del camino de estos
malditos dementes. Era cuestión de tiempo para que ocurra una tragedia.
Dicho y hecho, un neumático de la camioneta explotó de pronto,
haciendo que el conductor pierda el control del vehículo y se estrelle contra
otro coche. Como si fuera poco, un camión que transportaba combustible no pudo
frenar a tiempo y se llevó por delante a los dos vehículos. Esto finalizó con
una inmensa explosión que terminó con las esperanzas de recuperar mi dinero.
Di media vuelta y me fui antes que llegaran la policía y los
medios de comunicación.
Sin saber que hacer, confundido manejaba hacia ningún lado,
esperando que aparezca una idea que me diga a donde ir, y sobre todo, que hacer
de ahora en adelante.
Capítulo IV
"Volver al infierno"
Si de algo estoy seguro, es que he vivido tiempos mejores. Antes
de que toda esta mierda
pasara, tenía una vida. Era un medico respetado en mi trabajo, un buen padre y
esposo, eran cosas por las que valía la pena despertarse cada día. Pero todo
cambió.
Hace más de medio año que no veo a mi familia ni tengo noticias.
No puedo acercarme a ellos, ya que los pondría en peligro innecesariamente.
Sinceramente no se porque todavía tengo la testarudez de vivir.
Antes tenia suficientes razones para hacerlo. Ahora no existen razones. Solo
una, que cada vez se debilita mas como la llama de una vela. Es saber que yo no
hice todo eso de lo que se me acusa. O tal vez hice algunas cosas malas, pero
siempre fue para sobrevivir. Me pusieron en una situación que no elegí, y lo
único que me queda es defenderme a mi modo.
El plan inicial era irme del país un tiempo hasta que todo se
calme. Luego volvería para llevarme a mi familia y desaparecer para siempre.
Ahora con la perdida del dinero se complico todo.
Igualmente debo continuar. De alguna forma tengo que llegar a la
frontera. Una vez allí, veré como pasar al país vecino. Primero iré hacia la
próxima ciudad, una vez allí tomare el tren hacia la frontera.
Luego de conducir unos minutos, el motor del automóvil se apagó
súbitamente debido a que el combustible se había agotado.
Entonces escondí el vehículo tras unos arbustos y me dirigí a pie
por la ruta. Estaba a unos veinte kilómetros bajo un sol abrasador.
Cada tanto pasaban algunos automóviles, pero al parecer, pese a
mis señas ninguno tenía intenciones de acercarme al poblado. De pronto veo
pasar una patrulla, y cuando me ven se acercan a mi. Si me reconocieron estoy
muerto. Esperando lo peor busque en mi bolsillo mi revólver. Estaba preparado
para cualquier cosa. Me preguntaron hacia donde iba. Les dije que hacia la
ciudad. Luego me preguntaron si quería que me llevaran, ya que hacia un calor
terrible. Les agradecí pero les dije que prefería caminar. Se marcharon con
cierta desconfianza, mientras yo continué en mi camino. Esta vez zafe, espero
seguir con suerte.
Caminaba en línea recta por una ruta infinita. No había
absolutamente nada a los costados más que algunos árboles dispersos. El calor
era sofocante. Atrás de cada monte se volvía a repetir el mismo escenario. Un
largo rato después, me crucé con un cartel que indicaba que el pueblo se
encontraba a unos diez kilómetros. Ya estaba un poco mas cerca.
De pronto, dos camionetas negras se cruzaron en la ruta,
rodeándome. Bajaron seis tipos armados que me hicieron subir a una de ellas. Sabía
que esto podía pasar tarde o temprano, no fue ninguna sorpresa para mí. Ahora
si todo estaba perdido.
Sorpresa e ira me invadieron cuando vi con mis propios ojos que
el maldito de John se encontraba allí, con los narcos, vivo. No podía ser posible,
yo vi morir a ese imbécil, cuando su automóvil cayó por el acantilado.
En efecto, no estaba equivocado, era John. El cual me dijo que
le daba gusto volver a verme después de tanto tiempo. Dijo que ahora el era el
líder de la banda de narcotraficantes, pero que no iba a matarme, tenia grandes
planes para mi.
Esta vez pase lo que pase, estaba decidido a no dejarme escapar.
Pero que antes, iba a
vengarse por lo que le hice. Me dijo que en la otra camioneta estaba mi familia
atada y amordazada y que iban a morir en mi cara. De no ser por los tipos que
me apuntaban, le hubiese arrancado la cabeza con mis manos.
Luego de treinta minutos, el vehículo se detuvo y me hicieron
bajar con los ojos vendados.
El maldito me tenia arrinconado, por primera vez en mi vida, no sabía qué hacer.
Capítulo V
"Valores Familiares"
Sinceramente no me importaba lo que pudiera suceder conmigo. Yo
solo me había metido en esto y tenia que arreglármelas del mismo modo. Todo me
salió mal.
Lo último que quería era que mi familia salga perjudicada por
mis acciones.
Encima de jugarme el pellejo, ahora involucraba vidas inocentes.
Soy un perfecto idiota.
Yo los arrastre hasta esto. Tendría que haber muerto hace
bastante tiempo.
Solo así todo se hubiese evitado. No se si podré cargarle tanto
sufrimiento a mi conciencia.
Entonces trajeron atados a mi esposa y a mi hijo. No me atrevía
a mirarlos a los ojos.
La impotencia y la desesperación me dominaban completamente.
Los pusieron delante de mí, arrodillados. Acto seguido les
dispararon en la cabeza.
Pude ver como la vida abandonaba sus cuerpos. En solo un segundo
habían muerto.
Los habían ejecutado en mi cara. No pude hacer nada para
evitarlo. No puedo describir las sensaciones que recorrieron mi ser. No podía
controlarme.
Me abalance sobre el asesino, y lo golpeé hasta quitarle todos
los rasgos de un rostro humano. Los nudillos me dolían y la sangre brotaba de
cada poro. Nunca estuve tan furioso en mi vida como en ese momento. Quería la
cabeza de John como sea. La venganza era el único sentimiento que reconocía mi
corazón.
Entonces, entraron diez tipos más, y luego, el bastardo de John.
Me rodearon y antes de que pueda reaccionar, uno de ellos me inyectó algo en el
cuello. Mi vista se nubló, mis piernas cedieron. Caí pesadamente. Es lo último
que recuerdo.
Si pudiera haber elegido, me hubiese gustado no despertar nunca más
de mi letargo.
Mi cabeza estaba a punto de estallar. Lo que fuera que me hayan
puesto había anulado completamente mis sentidos. Me encontraba en un oscuro
lugar, esposado a un caño que recorría una de las paredes, las cuales apestaban
de humedad. La única estela de luz ingresaba débilmente por debajo de la
puerta. Calculo que este debía ser el sótano de donde carajo sea que me
encuentre. Igualmente de nada me servían estas suposiciones, me tienen justo
donde quieren, esta vez no van a cometer errores.
De pronto, alguien ingresó a la habitación. Se acercó hacia mi y
balbuceo algunas palabras, que en este momento no puedo recordar. Estoy seguro
que era el bastardo de John. Estaba demasiado débil como para percibir lo que
pasaba en mí alrededor y menos para hacer algo.
Antes de irse, me inyectó nuevamente ese maldito anestésico.
La oscuridad volvió a invadir mi mente.
Capítulo VI
"Lo mismo de siempre"
El ruido de un motor me hizo despertar lentamente, haciendome
recordar que todavía estaba vivo. Todavía estaba bajo el efecto de ese
narcótico, lo que me dificultaba mantenerme lucido. Lo poco que pude percibir
fue que estaba esposado en lo que parecía la caja de una camioneta traffic
acompañado de dos matones armados, los cuales me apuntaban en todo momento.
Me pregunto que va a ser de mi ahora en mas. En que planes va a
usarme ese bastardo. No creo ser merecedor de una muerte rápida, todo lo
contrario. Sinceramente no me importaban para nada estas conjeturas. Solo lo
hago para matar el tiempo y mantener a mi mente ocupada en algo.
Luego de un par de minutos, uno de los tipos comenzó a
provocarme. Al ver que sus palabras no causaban el efecto que quería, me dio
algunos golpes con el mango de su arma.
Yo estaba bastante débil para resistirme, lo único que podía
hacer era padecer su sádica diversión. Enseguida el otro lo frenó diciéndole
que no tenia que dejarme herido, ya que sino no se realizaría el cambio. ¿De
que cambio estaba hablando? Debía saber esa información para poder adelantarme
a los hechos y encontrar una forma de escapar.
Entonces insulte al que me había golpeado anteriormente. Este,
enfurecido tiro su arma a un costado y se abalanzó sobre mi propinándome
fuertes golpes. Uno de ellos me dejo al lado del arma, la cual tome y dispare
repetidas veces sobre ambos imbeciles.
Al escuchar ruido de disparos, el vehículo se detuvo. Por lo
menos bajarían dos más mi captura. Solo tenia dos balas entre los dos
revólveres. Debía afinar la puntería si quería seguir con vida.
Entonces simule mi muerte entre los otros cadáveres con la
intención de que suban a registrar, y así tenerlos a tiro. La puerta se abrió.
Uno subió blandiendo su arma, el otro se quedo desde afuera apuntando por los
dudas. Los malditos eran precavidos.
Cuando se acercó para verificar mi muerte le di un golpe que lo
hizo caer. Rápidamente me levante y le dispare al que estaba afuera. El otro se
levantó, pero antes de que pueda abrir fuego contra mi, me arroje sobre el. Nos
enfrascamos en una pelea a golpe limpio, en la cual, debido a mis heridas, yo
llevaba todas las de perder.
Pero no iba a rendirme, si bien recibí más golpes de los que di,
no me dejare vencer fácilmente. Cuando el matón se dio cuenta de eso, quiso
acelerar las cosas atacándome con una navaja. Ahora el forcejeo se produjo por
el control del arma. Estuvo por acuchillarme varias veces, pero por suerte pude
eludir cada estocada mortal.
En un momento pude liberar una mano, y concentrando toda mi
fuerza en ella le di un golpe en el estomago. El tipo se quedo sin aire y soltó
el arma, que tomé posteriormente y se la hundí en el corazón. Debía huir a toda
costa, pronto vendrían más a mi busca.
Arrastrándome con dificultad llegue hasta la camioneta. Estaba
completamente exhausto.
Trate de abrir la puerta pero sin éxito ya que se había trabado.
Entonces rompí el vidrio y la abrí por dentro. Cuando estaba a punto de subir
al vehículo, sentí un fuerte golpe en la parte posterior de mi cabeza. Quedé
inconsciente tendido sobre el pavimento.
Capítulo VII
"La recompensa"
Siempre creí que desaparecer era una tarea sencilla. Ahora me
doy que lo equivocado que estaba al creer eso. Cuando parece que estoy por
lograr escapar, siempre pasa algo que me lo impide. La suerte ya se fue de mi
lado.
Y esta no era la excepción. Cuando desperté me encontré atado a
una silla con un lunático apuntándome con su escopeta. Su rancho se ubicaba a
escasos trescientos metros de donde había tratado de escapar. El tipo me
reconoció y planeaba entregarme a la policía para cobrar la recompensa, que
subía cada vez más con el correr de las horas. Me informó que esta rondaba el
medio millón de dólares y que la policía no tardaba en llegar.
Una vez mas, dependía de mi cerebro para poder escapar
nuevamente de una situación adversa. Los minutos pasaban y no se me ocurría
nada. Trate de engañar al campesino pero mis maniobras no dieron resultado. Por
fin escuche que alguien tocaba la puerta.
El tipo se acercó para abrirla y recibió una bala entre sus
ojos. El ejecutor de aquel disparo se aproximó a mi y me noqueó con el mango de
su revolver. Estaba seguro de que no eran policías. Lo más probable es que
hubiera caído nuevamente en las garras de los narcos.
Un par de horas después me despertaron a golpes. Me llevaron
arrastrando hasta el interior de una estancia ubicada en el medio de la nada.
Allí estaba John con otro tipo; rodeados de hombres armados, tanto del ejercito
narco como de los uniformados. Entonces John con dos valijas en sus manos, me
dijo riendo, que me había vendido al otro tipo y que ahora ya no tenía más
responsabilidades sobre mi cuidado. El trato se cerró.
Narcos por un lado, policías por el otro; se dirigieron en
caminos opuestos.
Luego, me enteré que mi comprador era el director de la cárcel
de la región; el cual usó mi captura para impulsar su carrera política hacia la
presidencia nacional.
En cuanto mi, me llevaron a una cárcel en la que estoy hace ya
cinco meses. Pero no planeo estar aquí durante mucho tiempo más. Tengo un plan
cuidadosamente estudiado para huir de aquí. Lo pondré en práctica el próximo
martes. Ya siento nuevamente el aroma de la libertad.
FIN