jueves, 27 de octubre de 2011

Mala Suerte II



 

 

 

 

 

 

 

Capitulo I

Viviendo en las sombras





Han pasado seis meses de mi milagroso escape, en el cual burle una vez más a la muerte. Me encuentro viviendo de incógnito, en una vieja casa ubicada en un barrio donde nadie me ha visto antes. Aunque mi cara aparezca día por medio en los medios de comunicación, tengo que tomar la mayor cantidad de precauciones para no ser reconocido.

Le alquilo a una anciana, la cual pasa cada dos meses a cobrar la renta. La pobre vieja tiene amnesia permanente, por lo que no resulta una amenaza para mí.

Trato de no salir mucho a la calle, en este último tiempo se ha intensificado la actividad policial. Gracias a mi “episodio”, el gobierno contrato miles de policías para cuidar a la población de tipos como yo. Además, la recompensa por mi captura vivo o muerto subía con el correr de los días. Ahora estaba cerca de cien mil dólares. Mucho dinero, lástima que no pueda pasar a cobrarlo. 

Trabajo de noche en la guardia de una clínica como enfermero. El salario es pésimo pero me ayuda a vivir. Si es que a esto puede llamársele vida.

Igualmente planeo salir del país, no quiero arriesgarme a permanecer acá. De un día para el otro puedo ser atrapado por la policía o por los narcos, de los cuales, por suerte, hasta el día de hoy no tengo noticias.

El dinero para mi viaje voy a conseguirlo de la herencia de un pariente, el cual murió la semana pasada. Solamente una mujer que vive en el exterior y yo, éramos su única familia. El problema será ir a cobrarlo. Acercarme hasta allí, sin ser descubierto.

Vivir en la clandestinidad es más difícil de lo que me imaginaba. Debo medir mis actos y mis palabras para no levantar sospechas. Pero cada vez se complica todo más.

La otra noche en la clínica, ingresó un herido de bala. Mientras lo revisaba, el tipo me reconoció y comenzó a gritar, los otros médicos se acercaron. Justo entro en paro cardiaco del que jamás se despertó. Esto fue una alarma, no podía permitir que me volvieran a reconocer. Pero era cuestión de tiempo. Tendría que irme del país, desaparecer lo más rápido posible. 






Capítulo II

"Dinero Fácil"





Estaba acomodando mis escasas pertenencias en un bolso cuando sonó el teléfono. Me dirigí hacia el y atendí. Una voz me comunicó que los tramites para el cobro de la herencia estaban listos, solo tenia que pasar a retirar el dinero. Como si fuera tarea fácil. Tendría que entrar a un edificio público, a plena luz del día y perfectamente vigilado por la policía.
Era casi un suicidio, realmente imposible pasar desapercibido. Pero tenia que jugármela.
Espero seguir teniendo la suerte de mi lado.
Entonces decidí cambiar mi apariencia. Tenia que esconder mi identidad lo mejor posible. Primero me rape, me afeite, y luego me puse unos anteojos negros. Sobre todas las cosas tenia que actuar normalmente. Es sencillo decirlo, pero no hacerlo.  
Al día siguiente me desperté temprano. Era el gran día. El plan era simple; entrar, tomar el dinero y salir lo más rápido posible. No podía permitirme cometer un error. Tenia que impedir que me reconocieran tanto los ocupantes del banco, como las múltiples cámaras de seguridad que se encontraban en las inmediaciones. Me puse una chaqueta, cargue mi revolver, por las dudas, tome un taxi y me dirigí al lugar.
A paso firme y respirando profundamente, tratando de aparentar una inexistente tranquilidad, ingrese al edificio. Me dirigí hacia la recepción, donde una secretaria tomó mis datos personales, falsos por supuesto, ya que me hacia pasar por el difunto hijo del muerto; y me condujo hacia una oficina, donde esperaría al escribano. Este no venia. Los minutos pasaban, yo me impacientaba cada vez mas. Si no entraba por la puerta en los próximos segundos tendría que irme. No creo que me hubieran reconocido, pero no podía arriesgarme a permanecer acá ni un instante mas. Cuando me había levantado de la silla para retirarme, entró un hombre bien vestido disculpándose por la demora.
Corroboró mis datos en su computadora, me hizo firmar algunos papeles y me dijo que el trámite había finalizado. Le pregunte cuando me darían el dinero. Respondió que no acostumbraban a entregar grandes sumas de dinero personalmente, por una cuestión de seguridad, pero que a más tardar el próximo mes me lo enviarían a mi cuenta. No podía darme el lujo de esperar tanto tiempo. Con la policía pisándome los talones tenía que desaparecer a la brevedad. Le deje ver mi revolver, y mi disconformidad con su medida.
Le dije que no intentara nada estúpido y que me trajera el maldito dinero. Es impresionante como obedece una persona cuando se usa el miedo como instrumento. En menos de tres minutos, tenia los quinientos mil dólares dentro de mi valija. Le di un golpe al escribano dejándolo inconsciente, y me dirigí hacia la salida.
Todo salía a pedir de boca, el próximo paso era tomar un taxi hacia el aeropuerto y desaparecer del país hoy mismo. Pero mi sueño perfecto se vio interrumpido, cuando en un instante ingresaron al banco cinco tipos encapuchados y armados con rifles automáticos.
Después de reducir al personal de seguridad, vaciaron la bóveda del banco y a todas las personas que se encontraban en el establecimiento, incluyéndome.
Subieron a una camioneta con el botín y huyeron. Yo salí atrás de ellos. Subí a un taxi, dispuesto a seguirlos hasta el fin del mundo si fuera necesario.
Dentro de esa camioneta viajaba mi boleto hacia la libertad, no podía perderlo.




Capítulo III

"Persiguiendo a la coneja verde"




Cuando le dije al chofer del taxi que siguiera a la camioneta negra, inicie una tarea bastante arriesgada. Pero debía hacerlo. Esa suma de dinero era demasiado importante para comenzar una nueva vida muy lejos de acá, y no podía darla por perdida.
Tenia que recuperar mi dinero impidiendo que los tipos escapen o peor, que sean capturados por la policía, la cual ya había sido puesta en aviso como lo delataba el ruido de las sirenas lejanas.
Los tipos manejaban como maniacos, tratando de buscar una salida, de escapar de lo imposible. Varias veces pudieron haber causado choques fatales, que por suerte no ocurrieron. Luego de quince minutos de persecución, descubrieron que los seguía y comenzaron a disparar contra el taxi. Las balas rozaban continuamente el vehículo, sin contar las que impactaban en el, atemorizando al conductor, quien no tenia muchas intenciones de continuar con su trabajo. Entonces, al ofrecerle una jugosa cantidad de dinero, el hombre cambio de opinión y piso el acelerador.
Saque mi revolver y trate de dispararle a las ruedas de la pick up negra, pero no tuve suerte con mi puntería. Yo era una verdadera molestia que interfería en el escape de los maleantes. Por nada en el mundo iba a dejarlos huir con mi dinero.
Decididos a eliminarme, la camioneta redujo su velocidad y se acercó al taxi. A escasos siete metros de distancia, uno de los delincuentes saco su ametralladora y disparo sobre el vehículo. Instintivamente me arroje sobre la butaca del automóvil. Montones de pedazos de vidrios volaron por todas partes. Percibí que el motor se detenía. Al darme vuelta vi al conductor muerto con múltiples impactos de bala en su cuerpo. 
Moví al cuerpo hacia el asiento trasero y continué la persecución. Esta vez, los tipos entraron en la autopista manejando a contramano. No tenía otro remedio que seguirlos.
Los demás automóviles trataban de correrse como podían del camino de estos malditos dementes. Era cuestión de tiempo para que ocurra una tragedia.
Dicho y hecho, un neumático de la camioneta explotó de pronto, haciendo que el conductor pierda el control del vehículo y se estrelle contra otro coche. Como si fuera poco, un camión que transportaba combustible no pudo frenar a tiempo y se llevó por delante a los dos vehículos. Esto finalizó con una inmensa explosión que terminó con las esperanzas de recuperar mi dinero.
Di media vuelta y me fui antes que llegaran la policía y los medios de comunicación.
Sin saber que hacer, confundido manejaba hacia ningún lado, esperando que aparezca una idea que me diga a donde ir, y sobre todo, que hacer de ahora en adelante.




Capítulo IV

"Volver al infierno"




Si de algo estoy seguro, es que he vivido tiempos mejores. Antes de que toda esta mierda pasara, tenía una vida. Era un medico respetado en mi trabajo, un buen padre y esposo, eran cosas por las que valía la pena despertarse cada día. Pero todo cambió.
Hace más de medio año que no veo a mi familia ni tengo noticias. No puedo acercarme a ellos, ya que los pondría en peligro innecesariamente.
Sinceramente no se porque todavía tengo la testarudez de vivir. Antes tenia suficientes razones para hacerlo. Ahora no existen razones. Solo una, que cada vez se debilita mas como la llama de una vela. Es saber que yo no hice todo eso de lo que se me acusa. O tal vez hice algunas cosas malas, pero siempre fue para sobrevivir. Me pusieron en una situación que no elegí, y lo único que me queda es defenderme a mi modo.
El plan inicial era irme del país un tiempo hasta que todo se calme. Luego volvería para llevarme a mi familia y desaparecer para siempre. Ahora con la perdida del dinero se complico todo.
Igualmente debo continuar. De alguna forma tengo que llegar a la frontera. Una vez allí, veré como pasar al país vecino. Primero iré hacia la próxima ciudad, una vez allí tomare el tren hacia la frontera.
Luego de conducir unos minutos, el motor del automóvil se apagó súbitamente debido a que el combustible se había agotado.
Entonces escondí el vehículo tras unos arbustos y me dirigí a pie por la ruta. Estaba a unos veinte kilómetros bajo un sol abrasador.
Cada tanto pasaban algunos automóviles, pero al parecer, pese a mis señas ninguno tenía intenciones de acercarme al poblado. De pronto veo pasar una patrulla, y cuando me ven se acercan a mi. Si me reconocieron estoy muerto. Esperando lo peor busque en mi bolsillo mi revólver. Estaba preparado para cualquier cosa. Me preguntaron hacia donde iba. Les dije que hacia la ciudad. Luego me preguntaron si quería que me llevaran, ya que hacia un calor terrible. Les agradecí pero les dije que prefería caminar. Se marcharon con cierta desconfianza, mientras yo continué en mi camino. Esta vez zafe, espero seguir con suerte.
Caminaba en línea recta por una ruta infinita. No había absolutamente nada a los costados más que algunos árboles dispersos. El calor era sofocante. Atrás de cada monte se volvía a repetir el mismo escenario. Un largo rato después, me crucé con un cartel que indicaba que el pueblo se encontraba a unos diez kilómetros. Ya estaba un poco mas cerca.
De pronto, dos camionetas negras se cruzaron en la ruta, rodeándome. Bajaron seis tipos armados que me hicieron subir a una de ellas. Sabía que esto podía pasar tarde o temprano, no fue ninguna sorpresa para mí. Ahora si todo estaba perdido. 
Sorpresa e ira me invadieron cuando vi con mis propios ojos que el maldito de John se encontraba allí, con los narcos, vivo. No podía ser posible, yo vi morir a ese imbécil, cuando su automóvil cayó por el acantilado.
En efecto, no estaba equivocado, era John. El cual me dijo que le daba gusto volver a verme después de tanto tiempo. Dijo que ahora el era el líder de la banda de narcotraficantes, pero que no iba a matarme, tenia grandes planes para mi.
Esta vez pase lo que pase, estaba decidido a no dejarme escapar.
 Pero que antes, iba a vengarse por lo que le hice. Me dijo que en la otra camioneta estaba mi familia atada y amordazada y que iban a morir en mi cara. De no ser por los tipos que me apuntaban, le hubiese arrancado la cabeza con mis manos.
Luego de treinta minutos, el vehículo se detuvo y me hicieron bajar con los ojos vendados.
El maldito me tenia arrinconado, por primera vez en mi vida,  no sabía qué hacer. 




Capítulo V

"Valores Familiares"




Sinceramente no me importaba lo que pudiera suceder conmigo. Yo solo me había metido en esto y tenia que arreglármelas del mismo modo. Todo me salió mal.
Lo último que quería era que mi familia salga perjudicada por mis acciones.
Encima de jugarme el pellejo, ahora involucraba vidas inocentes. Soy un perfecto idiota.
Yo los arrastre hasta esto. Tendría que haber muerto hace bastante tiempo.
Solo así todo se hubiese evitado. No se si podré cargarle tanto sufrimiento a mi conciencia.
Entonces trajeron atados a mi esposa y a mi hijo. No me atrevía a mirarlos a los ojos.
La impotencia y la desesperación me dominaban completamente.
Los pusieron delante de mí, arrodillados. Acto seguido les dispararon en la cabeza.
Pude ver como la vida abandonaba sus cuerpos. En solo un segundo habían muerto.
Los habían ejecutado en mi cara. No pude hacer nada para evitarlo. No puedo describir las sensaciones que recorrieron mi ser. No podía controlarme.
Me abalance sobre el asesino, y lo golpeé hasta quitarle todos los rasgos de un rostro humano. Los nudillos me dolían y la sangre brotaba de cada poro. Nunca estuve tan furioso en mi vida como en ese momento. Quería la cabeza de John como sea. La venganza era el único sentimiento que reconocía mi corazón.
Entonces, entraron diez tipos más, y luego, el bastardo de John. Me rodearon y antes de que pueda reaccionar, uno de ellos me inyectó algo en el cuello. Mi vista se nubló, mis piernas cedieron. Caí pesadamente. Es lo último que recuerdo. 


Si pudiera haber elegido, me hubiese gustado no despertar nunca más de mi letargo.
Mi cabeza estaba a punto de estallar. Lo que fuera que me hayan puesto había anulado completamente mis sentidos. Me encontraba en un oscuro lugar, esposado a un caño que recorría una de las paredes, las cuales apestaban de humedad. La única estela de luz ingresaba débilmente por debajo de la puerta. Calculo que este debía ser el sótano de donde carajo sea que me encuentre. Igualmente de nada me servían estas suposiciones, me tienen justo donde quieren, esta vez no van a cometer errores.
De pronto, alguien ingresó a la habitación. Se acercó hacia mi y balbuceo algunas palabras, que en este momento no puedo recordar. Estoy seguro que era el bastardo de John. Estaba demasiado débil como para percibir lo que pasaba en mí alrededor y menos para hacer algo.
Antes de irse, me inyectó nuevamente ese maldito anestésico.
La oscuridad volvió a invadir mi mente.




Capítulo VI

"Lo mismo de siempre"




El ruido de un motor me hizo despertar lentamente, haciendome recordar que todavía estaba vivo. Todavía estaba bajo el efecto de ese narcótico, lo que me dificultaba mantenerme lucido. Lo poco que pude percibir fue que estaba esposado en lo que parecía la caja de una camioneta traffic acompañado de dos matones armados, los cuales me apuntaban en todo momento.
Me pregunto que va a ser de mi ahora en mas. En que planes va a usarme ese bastardo. No creo ser merecedor de una muerte rápida, todo lo contrario. Sinceramente no me importaban para nada estas conjeturas. Solo lo hago para matar el tiempo y mantener a mi mente ocupada en algo.
Luego de un par de minutos, uno de los tipos comenzó a provocarme. Al ver que sus palabras no causaban el efecto que quería, me dio algunos golpes con el mango de su arma.
Yo estaba bastante débil para resistirme, lo único que podía hacer era padecer su sádica diversión. Enseguida el otro lo frenó diciéndole que no tenia que dejarme herido, ya que sino no se realizaría el cambio. ¿De que cambio estaba hablando? Debía saber esa información para poder adelantarme a los hechos y encontrar una forma de escapar.
Entonces insulte al que me había golpeado anteriormente. Este, enfurecido tiro su arma a un costado y se abalanzó sobre mi propinándome fuertes golpes. Uno de ellos me dejo al lado del arma, la cual tome y dispare repetidas veces sobre ambos imbeciles.
Al escuchar ruido de disparos, el vehículo se detuvo. Por lo menos bajarían dos más mi captura. Solo tenia dos balas entre los dos revólveres. Debía afinar la puntería si quería seguir con vida.
Entonces simule mi muerte entre los otros cadáveres con la intención de que suban a registrar, y así tenerlos a tiro. La puerta se abrió. Uno subió blandiendo su arma, el otro se quedo desde afuera apuntando por los dudas. Los malditos eran precavidos.
Cuando se acercó para verificar mi muerte le di un golpe que lo hizo caer. Rápidamente me levante y le dispare al que estaba afuera. El otro se levantó, pero antes de que pueda abrir fuego contra mi, me arroje sobre el. Nos enfrascamos en una pelea a golpe limpio, en la cual, debido a mis heridas, yo llevaba todas las de perder.   
Pero no iba a rendirme, si bien recibí más golpes de los que di, no me dejare vencer fácilmente. Cuando el matón se dio cuenta de eso, quiso acelerar las cosas atacándome con una navaja. Ahora el forcejeo se produjo por el control del arma. Estuvo por acuchillarme varias veces, pero por suerte pude eludir cada estocada mortal.
En un momento pude liberar una mano, y concentrando toda mi fuerza en ella le di un golpe en el estomago. El tipo se quedo sin aire y soltó el arma, que tomé posteriormente y se la hundí en el corazón. Debía huir a toda costa, pronto vendrían más a mi busca.
Arrastrándome con dificultad llegue hasta la camioneta. Estaba completamente exhausto. 
Trate de abrir la puerta pero sin éxito ya que se había trabado. Entonces rompí el vidrio y la abrí por dentro. Cuando estaba a punto de subir al vehículo, sentí un fuerte golpe en la parte posterior de mi cabeza. Quedé inconsciente tendido sobre el pavimento.




Capítulo VII

"La recompensa"




Siempre creí que desaparecer era una tarea sencilla. Ahora me doy que lo equivocado que estaba al creer eso. Cuando parece que estoy por lograr escapar, siempre pasa algo que me lo impide. La suerte ya se fue de mi lado.
Y esta no era la excepción. Cuando desperté me encontré atado a una silla con un lunático apuntándome con su escopeta. Su rancho se ubicaba a escasos trescientos metros de donde había tratado de escapar. El tipo me reconoció y planeaba entregarme a la policía para cobrar la recompensa, que subía cada vez más con el correr de las horas. Me informó que esta rondaba el medio millón de dólares y que la policía no tardaba en llegar.
Una vez mas, dependía de mi cerebro para poder escapar nuevamente de una situación adversa. Los minutos pasaban y no se me ocurría nada. Trate de engañar al campesino pero mis maniobras no dieron resultado. Por fin escuche que alguien tocaba la puerta.
El tipo se acercó para abrirla y recibió una bala entre sus ojos. El ejecutor de aquel disparo se aproximó a mi y me noqueó con el mango de su revolver. Estaba seguro de que no eran policías. Lo más probable es que hubiera caído nuevamente en las garras de los narcos. 
Un par de horas después me despertaron a golpes. Me llevaron arrastrando hasta el interior de una estancia ubicada en el medio de la nada. Allí estaba John con otro tipo; rodeados de hombres armados, tanto del ejercito narco como de los uniformados. Entonces John con dos valijas en sus manos, me dijo riendo, que me había vendido al otro tipo y que ahora ya no tenía más responsabilidades sobre mi cuidado. El trato se cerró.
Narcos por un lado, policías por el otro; se dirigieron en caminos opuestos.
Luego, me enteré que mi comprador era el director de la cárcel de la región; el cual usó mi captura para impulsar su carrera política hacia la presidencia nacional.  
En cuanto mi, me llevaron a una cárcel en la que estoy hace ya cinco meses. Pero no planeo estar aquí durante mucho tiempo más. Tengo un plan cuidadosamente estudiado para huir de aquí. Lo pondré en práctica el próximo martes. Ya siento nuevamente el aroma de la libertad. 





FIN

viernes, 7 de octubre de 2011

Mala Suerte









 Capítulo I

 "Recordando"

Sumergido en el vacío, contemplando un universo infinito y apagado, dormido en un sueño eterno. Sin noción de tiempo y realidad. No hay arriba ni abajo. No siento mi cuerpo, solamente mi inconciencia flotando por la oscuridad. Me siento como un fantasma vagando por el infinito. De pronto, un destello de luz brillante irrumpe mi nirvana. La luz va aumentando progresivamente, obligándome a abrir mis pesados ojos y a ingresar en ella. Mi cerebro apagado tardo unos instantes, cuales años, en reactivarse. Tome fuerza y con mucho esfuerzo abrí mis ojos. La luz que me había despertado, no era otra que la del amanecer, entrando por una ventana, iluminando la escena.
En ese momento mi conciencia, alma o como se llame regresó a mi cuerpo. Mis neuronas volvieron a trabajar al igual que mis sentidos. Volví a sentir cada centímetro de mi cuerpo.
Lo primero que hice al despertar de mi sueño eterno fue echar un vistazo a mí alrededor.
Me encontraba tendido en una cama de un hotel de una ciudad remota, muy lejos de mi casa. No tenía la menor idea de cómo había llegado. Me invadía un potente dolor de cabeza y mis ropas destrozadas y manchadas de sangre apestaban a alcohol. Alrededor de mi cama había varias botellas de cerveza vacías y una gran cantidad de objetos rotos. Afuera se encontraba mi auto con varios golpes en el capo y los vidrios rotos. Mi primera conclusión fue que me había agarrado una fuerte borrachera; pero si bien tenía bastante experiencia en ello, nunca había terminado de esta manera. 
Entonces comencé a percibir un hedor nauseabundo, como de algo pudriéndose. Mi olfato me condujo hasta el placard. Al abrir las puertas, un cuerpo se desplomó hacia delante.
Era el cadáver de un hombre con un cuchillo atravesado en su garganta. Mi reacción fue de asombro y espanto cuando el cadáver abrió sus ojos y agarró mi brazo. Rápidamente le saque el cuchillo del cuello. El tipo trato de decirme algo, pero volvió a mover su cabeza y se quedó inmóvil para siempre. 
Esto no podía ser real, tenía que estar soñando o dentro de una película de Bruce Willis.
No podía explicar nada de esto, porque realmente no sabía que había sucedido, ni en donde me encontraba. Esto estaba mal, demasiado mal. Las manchas de sangre, aun frescas, estaban esparcidas por toda la habitación, tanto en suelo como en paredes. Mi corazón me indicaba que lo mejor sería huir del lugar. Como estaban las cosas, si cualquiera veía esta situación, yo era sin dudas el asesino. Había caído en la trampa de alguien. No sé de quién, tampoco el por qué; lo único que sé es que desperté en un lugar al que no sé cómo llegué, con un muerto adentro del  placard y su sangre en mis manos.
Lo último que recordaba era que volvía en mi auto desde mi trabajo hacia mi casa, y desperté aquí. Han pasado quince horas desde eso hasta ahora. Saber donde estuve durante ese tiempo es una incógnita que tendré que resolver. Me esforzaba tratando de recordar, de reconstruir el rompecabezas, solo que a mí me faltaban varias piezas.



 Capítulo II

 "Escapando del pasado"

Frente a estas circunstancias, trate de serenarme, sin conseguirlo; y de buscarle una explicación lógica a todo esto. Pero no existía ninguna lógica, de lo único que estaba seguro es que no maté a esa persona. Lo mejor será llevarme el cuchillo, ya que tenía mis huellas digitales; salir del hotel normalmente, como si nada hubiese pasado, y volver a mi casa.
Iba a poner en práctica mi plan, cuando en ese instante, alguien golpeó la puerta de mi habitación. Espere unos segundos, volvieron a golpear. Se identificó como policía, dijo que los demás clientes notificaron gritos y  ruidos hace algunas horas provenientes de mi habitación, y querían pasar a revisar. Mi desesperación aumentó, no sabía qué hacer, estaba como dentro de una pesadilla de la que no podía despertar. Si los hacia pasar, encontrarían al muerto, y al no poder explicar lo sucedido, me pasaría el resto de mi vida en la cárcel por algo que no hice. Si escapaba y me atrapaban, además de la condena por asesinato sumarian mi intento de fuga. Las dos opciones me conducían a la cárcel. Solo que la segunda me daba un hilo de esperanza. Era todo lo que tenía en ese momento.
Decidí  poner en práctica el plan. Tome impulso y me arrojé violentamente por la ventana de la habitación, en el mismo instante que la policía entraba en ella. La ventana se orientaba hacia el estacionamiento, donde se hallaba mi automóvil. Sin perder tiempo me dirigí rápidamente hacia él, mientras la policía me daba el alto. No me importó. Ya estaba jugado. Subí al coche. Gire la llave, pero el motor no respondía. Lo intente una vez más, con la misma suerte. Si el auto no cooperaba, ahí terminaría todo. La policía repitió por última vez el ultimátum.
Como dice el dicho, la tercera es la vencida y el rugido del motor V8 de mi Mustang me pareció el sonido más hermoso del mundo. En ese mismo instante, la policía abrió fuego contra mi vehículo. Pise fuerte el acelerador y desaparecí del lugar.
Mi corazón volvió a latir otra vez. Mis elevadas pulsaciones bajaban su ritmo.
Todavía no comprendía bien lo que había hecho. Jamás pensé que iba a vivir esto.
¿Qué haría de ahora en más?, ¿Pasaría el resto de mi vida escapando por un crimen que no cometí? Todavía no podía procesar lo ocurrido y menos hallar respuestas. Encima de todo, en la carrera perdí el cuchillo con mis huellas digitales.
Era cuestión de tiempo para que me identifiquen.
De pronto, sentí un fuerte dolor en mi hombro izquierdo. Tenía una bala, que quedó alojada en el hueso. La herida sangraba bastante, pero no podía ir a un hospital y estaba lejos de mi casa. Entonces recordé que por esta zona, a un par de calles de aquí, vivía un viejo amigo al que le había hecho varios favores en el pasado, y era este el momento de pasar a cobrarlos. 


Capítulo III 

"Paso en falso"

Confundido, sin saber que hacer, tratando de pensar cómo salir de esto, conducía hacia el departamento de John. Él y yo nos conocíamos desde la secundaria, del mismo barrio, las mismas calles. Eran buenos tiempos. Después él siguió la carrera militar, yo la de medicina. Fue militar condecorado, pero lo juzgaron en un tribunal militar por vender armas a los narcotraficantes, le dieron veinte años de prisión y lo declararon traidor a la patria. Ahora se pasaba la vida tirado en una cama embriagándose y fumando.
En camino hacia lo de John, me crucé con tres patrullas, que al parecer ya me estaban buscando. Me quedaría un tiempo en su departamento hasta que pase el alboroto, y después vería que hacer.
Estacione mi auto en una calle trasera para que nadie lo reconozca y entre al edificio. Subiendo las escaleras note el pésimo estado del edificio, que estaba casi deshabitado, a excepción de John y un viejo ciego, por lo que sería un buen escondite para pasar desapercibido.
Me dirigía hacia su casa cuando note que la puerta se hallaba forzada y abierta. Esto me llamo la atención, ya que él vivía siempre encerrado, aislado del mundo. Me acerqué sigilosamente a la entrada. Esperé unos instantes y entré.
Los pocos muebles que había estaban revueltos, había comida servida, cigarrillos desparramados, pero John no estaba. Lo busque por toda la casa. Fui a lo del ciego a buscar información, pero no sabía nada de él. No creo que John hubiera cambiado sus costumbres de pronto. Estaba por darme por vencido, cuando escuché un ruido, como de un golpe. Espere unos segundos. El golpe se repitió conduciéndome hacia el placard. Ya pensaba lo peor. ¿Otra vez el asesino del hotel? Si así era, ¿Cómo sabía que vendría aquí? ¿Lo anterior fue una advertencia? Deje de hacer conjeturas apresuradas y me dirigí al armario. Al abrirlo encontré a John muy golpeado. Estaba amordazado y con sus manos atadas.
Estaba desatándolo cuando de pronto sentí algo frío en mi cabeza. Era sin dudas el caño de un revólver. Me levante lentamente con las manos arriba. Si hacia algo estúpido queriendo jugar al héroe, el tipo no tendría problema en agujerearme la cabeza. Esperaría una oportunidad, el instante adecuado para jugármela.
Justo apareció el ciego, preguntando si estaba todo bien, ya que había oído ruidos. El tipo se distrajo con él y vi mi oportunidad. Trate de tomar el arma y forcejeamos. El arma se disparó 3 veces. Una de esas balas impacto en la cabeza del viejo ciego, matándolo en el acto. Entonces se produjo un largo intercambio de golpes entre el tipo y yo, hasta que quede tirado en el piso. El tipo tomó el arma. Iba a liquidarme, cuando un disparo de escopeta le perforo el pecho haciendo que caiga del edificio, al salir despedido por la ventana. El que había disparado había sido John, quien había logrado desatarse.
Antes de pronunciar palabra, el cargó su arma, me dijo que estábamos en peligro y que teníamos que huir de aquí. Pregunte de que. No hubo tiempo para una respuesta, ya se oían a pocas cuadras las sirenas de la policía. Bajamos rápidamente del edificio y subimos al auto. Nos estábamos yendo, cuando al pasar por una esquina, una patrulla reconoció mi automóvil y comenzó a perseguirnos. Mientras John manejaba, me hice un torniquete con las mangas de mi camisa para evitar más pérdida de sangre. El auto iba a toda velocidad por las calles de la ciudad esquivando vehículos y personas. Luego de unos minutos, al parecer habíamos perdido a los seguidores. Recorrimos un par de cuadras más, cuando el motor se detuvo bruscamente. Se había agotado la nafta. Mientras tanto, las sirenas sonaban más cerca, y el patrullero se acercaba. No había tiempo que perder, debíamos hallar una salida.



Capítulo IV

"Las dos caras de la moneda"

Los segundos pasaban. No sabía qué hacer. Debía buscar alguna forma de escape. Cuando una persona tiene como destino la cárcel, es capaz de hacer cualquier cosa para evitarlo. No quería pasar el resto de mi vida en una mugrosa celda. Entonces tome una medida desesperada. Agarre la escopeta de John y apuntando contra un auto, obligué al conductor a que baje de él. El hombre, aterrorizado, bajo del vehículo y se echó a correr. John y yo subimos a el, en el mismo momento que reaparecía la patrulla, continuando la persecución. 
El patrullero nos seguía sin tregua, muy de cerca. Para colmo el auto que había “tomado prestado “no sobrepasaba los 120 km/h. Y como si las cosas pudieran empeorar aparecieron tres patrullas más en la carrera. Parece que no querían dejarnos escapar esta vez. Se acercaban cada vez más, con la intención de rodearnos. Una de ellas impacto contra la parte trasera de mi auto, por poco pierdo el control. Si esto seguía así, finalmente nos capturarían.
Al parecer, John también comprendió lo complicado de la situación, y  puso manos en acción. Tomo su escopeta, y asomándose por la ventanilla, le disparó a la rueda delantera de una patrulla. La cubierta estalló y el vehículo perdió el control girando varias veces sobre sí mismo. Las otras patrullas, que venían muy cerca de la primera, no pudieron maniobrar y se estrellaron violentamente contra ésta. Los habíamos perdido.
Entonces, con más tranquilidad, continué conduciendo bajo las indicaciones de John hasta su cabaña, que usaríamos para escondernos por un tiempo. Cuando ya habíamos recorrido unas dos horas de viaje, me detuve a un costado de la desolada ruta y apague el motor del auto. John pregunto por qué paraba, si todavía faltaba un lago tramo para llegar. Le respondí que quería explicaciones acerca de todo lo que había pasado.
Luego de dar un par de rodeos, John comenzó a hablar.
Mediante su relato me enteré que la vida de John era más activa que fumar y embriagarse. Su relación con los narcotraficantes comenzó cuando él estaba en el ejército. Tenía una estrecha relación con estos, ya que les conseguía las armas y municiones que los narcos necesitaban. A cambio, obtenía una jugosa cantidad de billetes para permitirse una holgada y cómoda vida derrochando en apuestas, mujeres y alcohol. Pero esto terminó cuando los altos miembros militares se enteraron de su juego sucio, lo declararon traidor y lo enviaron una buena temporada a prisión.
Después de cumplir la condena, y con el dinero que le quedaba, compró ese asqueroso departamento y se recluyó allí, aislado de la humanidad.
Como si esto fuera poco, la banda de narcotraficantes a la que John le vendía armas se dividió, y se desató una guerra entre los dos grupos por el control de la ciudad. Los narcos creían que John seguía teniendo acceso al mercado de armas, y ambas bandas querían garantizarse el abastecimiento, o en caso contrario; dificultarle a la otra la tarea de conseguirlas. Es por eso que el tipo que había visto en su departamento tenía órdenes de matarlo.
Le pregunte si el muerto que halle en el hotel tenía algo que ver con esto. Me dijo que sí, que había escuchado el rumor de un plan para eliminar a uno de los cabecillas de uno de los grupos en un hotel de las afueras; pero para cubrirse, montaron la escena para aparentar que un completo desconocido lo hizo y de esa forma cubrir sus huellas. El destino quiso que yo sea esa persona. Por culpa de una maldita casualidad, estaba dentro de este gran quilombo
Le pregunte para que dos bandas en guerra declarada querrían esconder sus huellas. Y me respondió que lo hacían porque eran de la misma familia.
Entonces ahora me buscaban la policía y los narcotraficantes. La consecuencia era la misma para el que me atrape: la muerte. Una rápida de un tiro, la otra lenta en la cárcel. El producto era el mismo. Tenía los días contados.
Habiéndome enterado de esto, arranque el auto y nos pusimos en marcha. Todavía faltaba un largo trayecto, y decidí prender la radio para distraerme. No me sirvió de mucha ayuda, ya que escuché me habían identificado como el autor del crimen del jefe narco, del tipo en el departamento de John, el robo de un automóvil y fuga de la autoridad policial.
Mi situación era demasiado complicada.
Apague la radio que me trajo las malas noticias y acto seguido, un camión embistió a gran velocidad mi automóvil haciéndolo girar múltiples veces sobre el pavimento. Con gran esfuerzo abrí mis ojos y mire a mi alrededor. El vehículo quedó totalmente destrozado. John y yo estábamos muy malheridos. Vi la sombra de una persona que se acercaba. Me inyectó algo en el brazo. Un profundo sueño invadió mi ser.
Volví a desmayarme, perdiendo la noción del tiempo.



Capítulo V

"En la boca del león"

Un fuerte dolor invadió mi cabeza. Luego, se trasladó por todo mi cuerpo. Estaba muy golpeado. Casi no sentía mis piernas. Lo último que recordaba era la poderosa embestida del camión contra el auto. Me encontraba sentado en una silla, con mis manos atadas y mis ojos vendados. No sabía dónde estaba, pero supongo el por qué.
A lo lejos escuchaba gritos que pedían auxilio. Parecía la voz de John, pero no estaba seguro. Trate de soltarme, forcejee por algunos minutos, pero fue inútil. Luego, los gritos cesaron. Ya no escuchaba nada. Pasaron minutos, tal vez horas, y sólo oía el silencio reinante.
De pronto, percibí ruidos de pasos que se acercaban. Se detuvieron junto a mí. Una voz me dijo que todavía no moriría, que esa sería la tarea del hijo del narco al que supuestamente había asesinado. La balanza no estaba de mi lado. Estaba resignado. No tenía esperanzas de escape. Pero algo dentro de mí me decía que no podía dejarme morir, tenía que resistir. Me desespere. Grité, insulté con todas mis fuerzas, hasta que me golpearon. Quede tendido en el suelo. El golpe que me propinaron corrió un poco el vendaje que tenía en mis ojos, y pude ver donde me hallaba.
Era una vieja fábrica de muebles abandonada. La poca luz que ingresaba, lo hacía por pequeñas ventanas ubicadas en el techo. Había personas armadas con ametralladoras, fusiles y hasta tenían granadas de mano. Parecían preparados para la guerra. Desde donde me encontraba pude ver a seis, pero por lo menos habrían diez más. También había varios automóviles y camionetas. Este debía ser uno de sus cuarteles.
Escuche también gritos y súplicas de las muchas personas que tenían secuestradas. Pero mi misión principal era escapar de aquí con John, una vez a salvo, le avisaría a la policía sobre este lugar.
Examinando el lugar, mi vista se topó con un objeto metálico tirado en el piso, a escasos centímetros de mi cuerpo. Era un destornillador bastante oxidado, que utilice para romper las cuerdas que me aprisionaban. Pero el tener las manos atadas a la silla dificultó la tarea. Me estire lo más que pude y tome la herramienta con mi boca. Con gran esfuerzo, la desplace por mi cuerpo hasta mis manos. Comencé a cortar las cuerdas con rapidez, logrando soltarme una mano, pero vi que se acercaba un tipo armado y suspendí mi actividad. El tipo me levantó del suelo y sin decir nada, me golpeo con el mango de su arma repetidas veces, hasta romperme la nariz. Contento con su accionar, se dio vuelta con la intención de irse y vi mi oportunidad: rápidamente tome el destornillador con mi mano desatada y se lo hundí en la garganta. La sangre fluía a torrentes. Entonces termine de desatarme, escondí el cadáver en un barril, y tomé la ametralladora. Tenía que moverme con cautela. Lo primero era buscar a John. Lo segundo, salir de aquí.




Capítulo VI 

"Liberación" 

Me dirigí lentamente hacia la habitación donde estaban los secuestrados, posiblemente estuviera John ahí. Había un guardia en la puerta, pero no podía usar el arma, porque en un segundo estarían todos los demás sobre mí. Entonces agarre una moneda que tenía y la arroje cerca del guardia. Al escuchar el ruido, el tipo se acercó para ver qué había ocurrido. Tome un martillo, me acerque a él, y le propine un fortísimo golpe en la cabeza. Pude oír el horrible crujido de su cráneo al partirse.
Entré a la habitación, y vi muchas personas, tanto hombres como mujeres y niños, en estado deplorable encadenados a la pared. Todos evidenciaban golpes y maltrato.
Por su estado de salud, parecía que han estado ahí hace bastante tiempo. Busque a John entre la multitud y lo halle tirado en el suelo, encadenado de pies y manos. Estaba inconsciente, terriblemente golpeado y torturado. Trate de reanimarlo, pero sin efecto. Use el martillo para tratar de romper las cadenas, pero no funcionó. Entonces uno de los prisioneros me dijo que el guardia tenía las llaves de los candados. Tome las llaves y libere a John justo cuando daban la alarma de mi desaparición. Les prometí a los demás que después volvería para liberarlos. Si lo hacía ahora, los narcos no tendrían problemas en fusilar a todos.  
Tome a John en mis hombros y salí de la habitación.
Una lluvia de balas rozó mi cabeza. Coloque a John al resguardo de un auto y conteste los disparos. Herí a dos, y mate a otro. Ellos eran bastantes y estaban bien armados, a mí se me acababan las balas. Tenía que escapar, y si era posible en una pieza.
Entonces me acorde que cada “soldado” tenía algunas granadas, busque al imbécil que había liquidado antes, y tome prestadas las suyas. Con la primera abrí un hueco en unas de las paredes de la fábrica, la segunda fue para los narcos.
En la confusión de la explosión, agarre a John y salí rápidamente por el boquete. Corrí con todas mis fuerzas sin mirar atrás. Pero a pie no llegaría muy lejos. No tenía tiempo para pensar, mi instinto decía que debía huir de allí como fuera. Mis pies pesaban demasiado, la herida de bala de mi hombro amenazaba con infectarse. Frené al costado de un arroyo, detrás de unos arbustos, y deje a John apoyado contra un árbol.   
Entonces fue cuando vi, como a veinte tipos fuertemente armados que se aproximaban desde la otra punta. Ahora sí que ya estaba todo perdido.
Pero mi sorpresa fue mayor, cuando vi con mis propios ojos, que los tipos que avanzaban hacia mí, y los de la fábrica comenzaron a tirotearse. Ráfagas de tiros cruzaban de una punta a otra. Me quede tendido en el suelo sin mover un músculo, mientras John seguía desmayado.
Se había desatado una guerra entre las bandas de narcos. Tenían casi el mismo armamento que el ejército. Se lo debían a John. Pero no me quedaría mirando.
Aprovechando el fragor de la batalla, me desplace hacia un automóvil que no estaba vigilado, subí a John y nos marchamos de allí.
Realmente no estaba consciente de todas las cosas que había vivido, pero quería con todas mis fuerzas, que todo esto termine de una buena vez.



Capítulo VII

"El sabor amargo de la traición"

Conduje a toda prisa hacia la cabaña de John, que se encontraba escondida en medio de la espesura del campo. Una vez allí, lo coloqué en su cama y me dirigí al botiquín a buscar algo para curar mis múltiples heridas. Conseguí alcohol, algodón, vendas, aguja e hilo.
Atendí primero las heridas más leves, y luego me ocupe de la bala en mi hombro. Al no tener las herramientas indicadas para una operación, improvise el escarpelo con un cuchillo de cocina, y la anestesia por algunos tragos de whisky. Removí el pedazo de plomo de mi hombro y suture la herida.
Salí del baño para ver si John había despertado, pero no lo encontré. Busque en la cabaña y fuera de ella pero no estaba. En su estado físico no podía ir a ningún lado.
Ingrese nuevamente en la cabaña y encontré a John apuntándome con un arma. Le pregunté qué hacía. Me respondió que no intentara nada estúpido y que me sentara en la silla. Creí que era una broma, pero por su cara; entendí rápidamente que no lo era.  Me dijo que si seguía huyendo conmigo, iban a encontrarnos rápidamente; y que no quería pasar el resto de su vida en prisión, e iba a hacer cualquier cosa para que así sea. Le contesté que me iría por mi cuenta, jamás volveríamos a vernos.  Dijo que no podía dejarme ir con lo que sabía.
No pude hacerlo entrar en razón. Estaba alterado y muy nervioso.
Sonriendo, me dijo que no iba a matarme,  ya que no quería más muertes efectuadas por el en su conciencia, esta vez lo haría una gran explosión. En efecto, habían varias garrafas distribuidas por la cabaña. Me comentó que había llamado a la policía, y que cuando trataran de entrar por la puerta, activarían una granada y volaría todo.
Antes de irse, el hijo de puta me disparó en una pierna, me ató, amordazó y por último abrió las válvulas de las garrafas. Tomó el auto y se fue.
 Cinco minutos después llegó la policía. Por lo que pude oír, había varios patrulleros. Me dijeron que salga. Lo repitieron un par de veces, y al ver que no respondía, decidieron entrar.
Un gran deseo de venganza fluía dentro de mí. Había dado mi vida por salvarlo de los narcos y así me pagaba. Venganza, era lo único por lo que aún vivía.
Con las pocas fuerzas que tenía, traté de liberarme de las cuerdas que me tenían sujetado. Por suerte, los nudos eran pésimos, cedieron y pude escapar. Me levanté de la silla y camine lentamente hacia la ventana debido a la herida de bala que tenía en mi pierna. Los policías se acercaban. Use las ultimas fuerzas que me quedaban, me arrojé por la ventana y corrí unos metros hasta caer exhausto, al mismo tiempo que entraban a la choza. Instantes después, una terrible explosión destruía la cabaña y todo a su alrededor. No había quedado nadie vivo a excepción de mí.
Con gran esfuerzo, subí a una de las patrullas que no había sido dañada y me dirigí a cazar a  John. Traeré la cabeza de ese maldito servida en bandeja.



Capítulo VIII

"El dulce néctar de la venganza"

Después de todo lo que había hecho por ese gusano, y así era como me pagaba. Juro que lo mataré aunque sea la última cosa que haga en este mundo.
Estuve conduciendo unos veinte minutos, cuando a lo lejos  vi el auto del maldito. Pisé fuerte el acelerador y me acerqué a su vehículo. Se dio cuenta de que su plan para liquidarme no había funcionado como esperaba, tomó su revólver y disparo repetidas veces contra mí. Por suerte su puntería fue mala.  
Pero las balas no me detendrían, estaba totalmente decidido a atraparlo.
Volví a acelerar e impacte mi auto contra el suyo tratando de que pierda el control. Dio un trompo pero logró mantener el control. Cargó su arma y volvió a disparar. Esta vez las balas pasaron muy cerca de mi cabeza, rompiendo el vidrio delantero. Busque en la guantera del patrullero esperando hallar algún revolver, pero solo encontré un par de esposas. 
Entonces disparó otra vez y una de las balas se incrustó en el neumático delantero de mi vehículo. Por poco pierdo el control y me estrello con un árbol al costado de la ruta.
Una vez estabilizado, acelere para perseguirlo, pero mi auto fue perdiendo velocidad progresivamente. Una de las llantas había reventado por un disparo. Poco a poco iba alejándose. Tenía que hacer algo, si no escaparía.
Tomé un bolso que se encontraba en el asiento trasero y lo puse de contrapeso en el acelerador. Abrí la puerta del auto y salí hacia el capó. Una vez allí, tenía que esperar el instante apropiado para saltar hacia el otro vehículo. Pero nuevamente el maldito comenzó a disparar. Era ahora o nunca. Tome impulso y me arrojé. Caí sobre el techo del automóvil. Hizo múltiples maniobras para tirarme, me sujete como pude. De una patada rompí el vidrio del asiento acompañante e ingrese. Se produjo un forcejeo por el revólver, que finalmente se cayó por la ventanilla. Luego vino un largo intercambio de golpes.
Hacia un rato que el vehículo no era conducido, ya que tenía a sus pasajeros enfrascados en una cruenta pelea. Le di un buen golpe en su cara que lo hizo retroceder medio segundo, tiempo suficiente en el que advertí que el vehículo sin control se dirigía hacia un desfiladero. Trate de salir, pero me tomo del cuello y golpeó mi cabeza contra el tablero.
Repetidos golpes impactaron contra mi cara y estómago. El precipicio estaba cada segundo más cerca. Entonces le di un cabezazo que rompió su nariz, abrí la puerta y me arroje fuera del auto, girando varias veces por el pavimento. Instantes después, el vehículo caía por el abismo, y posteriormente explotaba. Pude escuchar claramente los gritos del maldito infeliz.
Mi venganza estaba consumada, ahora podía morir en paz.



Capítulo IX

"Fin del camino"

Las heridas me pasaban factura. La sangre fluía sin cesar. El dolor recorría mi cuerpo, recorriendo cada nervio. Quede tendido en la tierra, exhausto. Todos los recuerdos invadían mi mente. Pude observar mi vida en un segundo. Tenía una buena vida. Estaba conforme con ella, con sus beneficios y defectos, no tenía razones para cambiarla. Pero una maldita sucesión de eventos inesperados pueden cambiar el destino de cualquiera. Podía explicarlo, pero que me creyeran era una cosa muy distinta.
Encima, a lo lejos percibía el ruido de sirenas de policía. Mi suerte estaba echada. Solo tenía dos opciones, pudrirme en una cárcel o suicidarme. Ninguna era de mi agrado. Hubiera preferido caer al vacío mientras luchaba con John en el automóvil. 
Por nada del mundo pisaría una prisión, ya que me quedaría encerrado allí para siempre. Visto de esta forma, el suicidio era un rápido escape. Me estaba acostumbrando a la idea.
Entonces me arrastre hasta alcanzar el arma que había caído durante mi pelea con John. Era una Mágnum 357. Le quedaba solo una bala en la recámara. Era suficiente para mí.
Tome el revólver y lo coloque en mi cabeza. Una sensación de miedo e impotencia impedían mi suicidio. Vacilé algunos minutos. Si disparaba no había vuelta atrás.
Pero no, no quería morir, no todavía. 
Sin pesar, en un arrebato de valor o de locura, volví a poner el arma en mi sien y dispare. Mi corazón se paralizo al igual que mi cerebro. No oía ni sentía nada. El tiempo hizo una pausa. Esta simple acción duró una eternidad para mí. Los segundos pasaban cual años. No me atrevía a abrir mis ojos. Confieso que temía lo que pudiera ver si lo hacía. Finalmente lo hice. Sorprendentemente, todo seguía igual. Yo estaba allí, con el revólver en mi cabeza, vivo. Seguía allí, respirando.
Pero, todo tenia explicación, la bala se había atascado. Perdí la mejor oportunidad de acabar con mi vida. Arroje lejos el arma. No volvería a pasar por ese tormento. 
Las patrullas se acercaban. Estaba completamente derrotado. No había forma de escapar.
 Minutos después, los policías llegaron, bajaron de sus automóviles y me rodearon. Tenía aproximadamente ocho pistolas apuntándome a la cabeza. Aunque hubiese querido resistirme al arresto no hubiera podido, estaba débil, producto de mis heridas.
Me registraron para cerciorarse que estuviera desarmado, me esposaron y me metieron en una patrulla. Nos pusimos en marcha.
Me llevarían a la comisaría para que declarara. A la semana, me juzgarían frente a un tribunal. Esto era inútil, ya que para la justicia las pruebas que me inculpaban eran más que evidentes. Los cargos de los que se me acusaba eran asesinato, desobediencia y ataque hacia la autoridad. Esto, me garantizaba la cadena perpetua. Jamás volvería a ser libre.
Estábamos a mitad de camino cuando el vehículo de detuvo. Algunos policías bajaron y se acercaron, ya que al parecer había una camioneta bloqueando el camino.
Desde mi ventanilla, pude ver que cuando los policías se acercaban a inspeccionar el vehículo; salieron varios tipos armados con armas semi-automáticas y los ametrallaron. Me sorprendí muchísimo. No creo que nadie estuviera interesado en mi liberación. Es más, enseguida descubrí que los tipos eran los narcos de los que había escapado, y estaban dispuestos a hacerme callar; ya que yo sabía el lugar donde se hallaba de su cuartel.
Empezó un fuerte tiroteo entre policías y narcotraficantes. Estos últimos superaban ampliamente en armamento y número a los uniformados. No pude apreciar el enfrentamiento, ya que estaba agachado en el asiento trasero de una patrulla, procurando que no me alcancen las balas. De repente, una bala impactó en la cabeza del policía que me custodiaba. Sin tiempo que perder, tome la llave de las esposas de uno de sus bolsillos y me libere. Abrí la puerta y corrí como pude hasta internarme en un pequeño bosque al costado de la carretera. Al correr me dolía todo el cuerpo, no aguantaba más.
A metros de mi escuchaba ruido de voces y pasos. Estaba seguro que eran los narcos rastreándome. El bosque era poco espeso, por lo que se distinguía bastante bien la posición de cada persona. Una lluvia de balas rozaba continuamente mi cabeza. Lo único en lo que pensaba era en correr, en burlar una vez más a la muerte.
Vi a pocos metros el final del bosque, y el paso de una carretera. Eran los últimos metros.
Entonces vi que un camión se aproximaba. Le hice señas para que pare. Increíblemente, mi vida dependía de ese camión. Tenía a los tipos pisándome los talones, estaba exhausto herido y desarmado.
El vehículo frenó y subí a el rápidamente. Los narcos abrieron fuego en vano contra el.
El conductor me pregunto si necesitaba ayuda. Le dije que no, que todo estaba bien.
Luego me dijo que transportaba mercadería hacia la próxima ciudad, sería un largo viaje. No estaba apurado.
De ahora en más, mi vida sería así, escapando de todo. Tanto de la policía, que me buscaban a alcance nacional, como de los narcotraficantes, que no me dejaran escapar.
No podía cambiar el pasado, de ahora en más tenía que vivir con esto, mi vida estaba en juego y debía pagar el precio por sobrevivir.  



 continuará...