miércoles, 16 de marzo de 2011

Reciclando al humano















Con afán de progreso
el hombre se ha cegado,
ha perdido los sesos
y a su entorno atacado.


Ni Nostradamus ni los mayas
predecirán el fin del mundo,
El hombre se irá como vino,
Solo, sucio e inmundo.


No quedará un lugar sano
no servirán las disculpas,
el propio ser humano
cavará su propia tumba.


Que no te importe nada
me sorprende muy poco,
no esperes un mañana
porque ya no habrá otro.


Y entonces no llores
cuando la mugre nos tape,
no existan las flores
ni vias de escape.


Es un suicidio 
atacar lo natural,
destruir la propia casa
y finjir que es lo normal.

sábado, 12 de marzo de 2011

Tiempo presente














¿Aún ves,
como el agua que cae,
luego sigue su camino?


¿O como el viento pasajero,
busca siempre algún destino?


¿Estás esperando un golpe de suerte?
¿O que el príncipe azul venga a salvarte?


¿Cuánto tiempo más,
pretendes no escuchar,
y dejar todo para después?


¿Cuánto tiempo más,
pretendes disfrazar tu futuro
en un tal vez?


¿Cuánto tiempo más,
seguirás mirando
mientras todo se mueve?


¿Cuánto tiempo más,
esconderás tus lágrimas
mientras afuera llueve?


El mundo se ha vuelto extraño
sin saber lo que es correcto,
vos podes seguir pensando
o hacer algo al respecto.


sábado, 5 de marzo de 2011

Cruz del sur












El silencio
Es tan extraño,
Y aún mas vacía
La soledad.


Que haré
Con las palabras,
Cuando no sirvan
Para expresar.


En tus ojos
Buscaré calma,
Cuando el infierno
Me quiera llevar.


¿Seguirás aqui
Por la mañana,
O con la luna
Te marcharas?


¿Cuánto tiempo
Durará este instante,
Donde los problemas
No existen mas?


Estaré perdido
En los recuerdos,
Pero es aquí donde
Me quiero quedar.

jueves, 3 de marzo de 2011

Tres tiros

Corro, siempre corro. Trato de escaparme. El camino se hace cada vez mas estrecho. No hay salida. Las formas inquisidoras se multiplican y me rodean. Me resisto a que me asimilen. Lucho con todas mis fuerzas. Formas relampagueantes me sujetan. Trato de zafarme, es demasiado tarde. Siento un pinchazo. El dolor es efímero. Mis partes se debilitan, caen.  Mi mente deja de girar. Ya todo esta bien. Las formas desaparecen. Solo estoy yo. Me siento suspendido en el aire, mientras, la oscuridad se apodera de mi mente…


Mal parado, en el lugar y momento equivocado. Esa es la mejor forma de describir la situación. Esas fueron las causas, que ocasionaron las consecuencias que estoy sobrellevando actualmente, aunque ahora con la tranquilidad de saber que finalmente; todo terminó.
Las causas, como mencione al principio, me postraron en la cama de un hospital por más de seis largos e interminables meses. Recibí tres disparos, uno en el brazo, otro en una pierna y el último en el pecho, a escasos centímetros del corazón. Todavía hasta el día de hoy, no me explico como sobreviví. Creo que tuve demasiada suerte.
Lo que me ocurrió a mi le podía haber pasado a cualquier otro que hubiese estado en mi lugar. La única conexión entre los hechos y yo, aparece como una excepción, una casualidad entre un millón de casualidades.
Digo esto porque fue solo una coincidencia, una maldita coincidencia, que me involucró de manera involuntaria, y me hizo espectador de un asesinato.
Comenzaré por el principio. Trabajaba por la noche en un depósito de mercaderías de ramos generales. Era el encargado de recibir los paquetes y despacharlos hacia los distintos comercios de la zona. Llevaba trabajando solo un mes, gracias a un amigo que me recomendó con el dueño, que a decir verdad; nunca me cayó del todo bien.
Tenía una apariencia indigna y sus formas de tratar hacia los demás eran despreciables.
Pero no me importaba, no iba para hacer amigos, sino para ganar un par de billetes que me permitieran sobrevivir hasta encontrar algo mejor.
Veía al dueño solo en algunas ocasiones cuando salía de allí, varias veces con otros tipos que aparentaban ser igual de despreciables que el. Era una situación extraña, ya que estos tipos venían varias veces al mes a hablar con el; y luego llegaban enormes cargamentos vaya a saber de qué, los cuales permanecían guardados aparte del resto; hasta que días después, los mismos tipos volvían a llevárselo.
No me interesaba en que negocio oscuro estuvieran, no me importaba y no quería problemas. Lo único que me interesaba era cobrar a fín de mes.
Pero un día las cosas cambiaron. Estaba saliendo del galpón, cuando al caminar por el callejón lateral escuché gritos. Me acerqué hacia donde provenían los alarídos. Pude observar débilmente en la situación, ya que la niebla era bastante espesa, a cinco tipos rodeando a otro arrodillado y brutalmente golpeado.
Entre grítos y suplicas, escuchaba a una voz que hablaba de conseguir una suma de dinero y al mismo tiempo rogar por su vida. Su petición no tuvo respuesta, ya que tres detonaciones hicieron eco en la oscuridad de la noche.
Mi corazón se detuvo al igual que mi respiración. No sabía si salir corriendo o quedarme allí, paralizado por lo que acababa de ver.
Mis propios ojos vieron como asesinaban a sangre fría a un hombre. El hecho de presenciar esa muerte ya me involucraba en el crimen. Podía identificar a cada uno de los asesinos, entre los que se encontraban mi jefe y varios de los tipos que iban regularmente al depósito.
Decidí largarme de allí, pero al salir corriendo tuve la mala suerte de golpear una botella, la cual alertó a los asesinos, que comenzaron a perseguirme. Crucé a toda velocidad por los oscuros y estrechos callejones intentando perderlos; me seguían de cerca. Las sirenas de la policía se podían percibir a la lejanía. Eran mi única salida.
Exhausto y muerto de miedo, intente saltar una valla que daba hacia la avenida con la intención de perderlos definitivamente; cuando al escalarla, recibí tres tiros.
Caí al pavimento. El dolor se propagaba por todo mi cuerpo impidiendo moverme.
Escuché los pasos de uno de ellos que se acercaba a mi para rematarme, pero un patrullero apareció por el otro extremo del callejón.
El tipo empezó a escalar la valla, pero cuando llego al otro lado, se vio rodeado por otro patrullero. En ese momento, perdí la conciencia y me desmaye.
Desperté en el hospital. Allí me entere que cuatro horas después, todos los criminales habían sido capturados. Al ser el único testigo, mi declaración era fundamental.
Pero debido a la gravedad de mis heridas, no podía presentarme a la fiscalía a dar testimonio, de modo que tuve que redactarlo por escrito. Me concentré en escribir fielmente los hechos tal cual habían sucedido; desde el momento en que ingresé a trabajar en el depósito, hasta el desenlace fatal que me postró en una cama por meses.
Mi alegato fue suficiente para procesar a los bastardos y mantenerlos encerrados hasta el juicio definitivo. Estaba conforme con ello, pero ahora debía ocuparme de mi recuperación.
Las heridas sanaban lentamente con el correr de los días. La rehabilitación había mejorado mis capacidades motrices. Ya podía caminar con la ayuda de un bastón.
Si seguía así, en poco tiempo estaría curado completamente.
Luego de tres aburridas e interminables semanas, los médicos consideraron que mi estadía en el hospital había terminado y me mandaron a casa.
Los días pasaban y mis heridas habían sanado completamente. Ya estaba casi recuperado. Caminaba con cierta normalidad, ya sin ayuda del bastón.
Se acercaba el día del juicio y estaba tranquilo porque sabia que mi declaración era suficiente para encerrarlos de por vida. Ni siquiera las notas que recibía todos los días amenazándome de muerte me intimidaban. De todos modos, me asignaron una guardia permanente afuera de mi casa, que a decir verdad  me mantuvo mas calmado.
Esa tranquilidad solo duró hasta un determinado día.
Volvía de comprar unas cosas, cuando al ingresar a mi casa veo la puerta entreabierta.
Inmediatamente, giré mi cabeza para ver donde se encontraba la guardia policial que me habían asignado, y me quedé inmóvil al ver a los dos policías dentro del patrullero con su garganta cercenada. Mis manos temblorosas cedieron y las bolsas se desplomaron por el suelo. Sin saber que hacer, inconscientemente, entre corriendo a mí casa a buscar el teléfono. Rápidamente llamé a la policía. Los segundos pasaban, nadie contestaba. La línea estaba cortada. 
De pronto, vi por la ventana salir a cuatro matones armados de una camioneta que se dirigían a mi casa. Sin saber que hacer, con el teléfono en la mano, me quede allí parado. Los segundos transcurrían más lentamente que nunca.
Entonces, ingresó solo uno de ellos. Se dirigió hacia mí y se detuvo a dos metros de distancia. No sabia como reaccionar, esperé a que los hechos ocurran, cuando, vi algo familiar en el sujeto. Sentía que ya lo había visto antes. No sabia de donde, hasta que lo recordé. Me sorprendí al ver que ese tipo era al que habían asesinado aquella noche en el callejón. Ingresaron los demás que estaban afuera. En ese momento, las campanadas del reloj marcaron las doce del mediodía…


Luego, paz y tranquilidad. Tan simple y hermoso. No percibo sonidos, imágenes ni sensaciones. Estoy en mi lugar, no necesito nada más. Feliz con mi infinita existencia.
Ahora percibo pasos que se acercan hacia mí, y se detienen abruptamente. La puerta se abre, dejando ingresar un pequeño haz de luz que refleja mi habitación de paredes acolchonadas.
Entonces, luces más fuertes vuelven a encenderse frente a mí. Dos hombres vestidos de blanco ingresan y me sujetan, mientras una mujer me inyecta otra vez ese sedante, que comienza a surtir efecto haciendo que mis extremidades se relajen y caigan adormecidas. Dicen que estoy enfermo, por eso estoy aquí. Yo no lo creo así. Les trato de explicar por enésima vez lo que sucedió. Simplemente no me escuchan, nunca lo hacen. Me tratan como a un loco más. Finalmente se van. La puerta se cierra y la luz se extingue. Todo vuelve a estar como antes.
Y una vez mas me vuelvo a preguntar, si no creen mi historia, entonces, ¿por que tengo tres cicatrices de bala en mi cuerpo?















FIN