miércoles, 31 de agosto de 2011

Realidad Invisible













Y de pronto, la escasa luz matinal inundó sus ojos. El sonido del viento sobre las hojas de los árboles y el remoto canto de los pájaros le traían recuerdos pasados. Podía verlos, percibir  su aroma.
Se quedó unos instantes viviendo dentro de esas ilusiones, hasta que sonó el despertador.  Lo apagó, se quedó observando durante unos segundos a su esposa que aún dormía; y finalmente se levantó.
Encendió las luces de la cocina, la casa permanecía en una quietud total. Afuera, la oscuridad de la madrugada sumada a las cruentas nevadas que asolaban la ciudad, no daban el menor interés de salir al exterior.
Luego de bañarse y desayunar un café; Frank salió hacia la cochera a buscar su automóvil para dirigirse al trabajo como todos los días.
Cuando cerraba el garaje, apareció de la nada un sujeto apuntándolo con un arma, ordenándole que le diera las llaves del auto.  Debido a la resistencia, el delincuente quiso tomar las llaves del bolsillo de Frank, y comenzaron a forcejear por el control del revólver.
Ambos cayeron al suelo, dando vueltas por el jardín; cuando finalmente el bandido tomó posesión del arma y disparó tres veces contra el pecho de Frank.
Ante la conmoción, el ladrón se dio a la fuga a pie por la solitaria calle. Mientras Frank quedó tendido en el frío cemento.
Pasaban los segundos y la agonía se tornaba eterna. Inexplicablemente aun no moría. Puso la mano sobre su pecho pero este no sangraba.
De repente su esposa salió hacia afuera asustada por los disparos que había oído, preguntándole aterrada que había ocurrido.  El no respondió. Entró a la casa, corriendo, directamente hacia el baño, donde rápidamente se quitó el saco, desabrochó su camisa y vio que no tenia herida alguna en su cuerpo. Miró a su esposa, sin entender lo que había sucedido.
Luego de llamar a la policía y hacer la declaración correspondiente; el hecho fue siendo desplazado en los recuerdos de Frank, quien intentaba olvidarlo, sin embargo; la curiosidad por la inexplicable suerte que tuvo en lo ocurrido, hacía que no pudiera borrarlo del todo de su cabeza.
Los días pasaron. El duro invierno quedo atrás y trajo una primavera mas agradable, aunque lluviosa.
Las recientes noticias del embarazo de su esposa y el ascenso en su trabajo, trajo felicidad y estabilidad a Frank y a su próxima familia. Pronto podrían mudarse de los suburbios a una casa mas grande en las afueras de la ciudad.
Cierto día, Frank volvía manejando a su casa, luego de pasar por unas cervezas con sus amigos después del trabajo. Al detenerse en un semáforo en rojo, un camión que venia a contramano perdió el control por un problema de frenos y se estrelló sobre su vehículo.
El automóvil de Frank fue brutalmente embestido y arrojado contra un comercio. Rápidamente, una ambulancia llegó al lugar y lo trasladó de urgencia hacia el hospital central de la ciudad.
Frank llegó inconsciente al hospital. Sus esperanzas de vida eran las mínimas considerando  el terrible accidente que acababa de sufrir.
Pero sorprendentemente, luego de media hora se despertó como si nada, es más, no tenía ni el mas pequeño rasguño en su cuerpo. Ni los médicos, ni su esposa ni el mismo salían de su asombro.
Era un fenómeno, un ser especial; ni el mas escéptico de los médicos podía evitar decir que era un verdadero milagro viviente. Frank no lo creía así, se sentía el mismo de siempre; pero aunque le pesara, la diferencia entre el y el resto de los seres humanos consistía en su inmunidad al daño y al dolor.

Los años pasaron, y Frank tuvo una vida normal, rodeado de su esposa y sus tres hijos en una casa quinta en las afueras de la ciudad.
Pero una tarde, mientras sus hijos y su esposa jugaban en el parque con su nuevo perro y el leía el periódico, notó que el ambiente se comenzaba a oscurecer. Rápidamente, la oscuridad se esparció por el mundo entero y las tinieblas lo invadieron completamente. Su casa, su esposa, sus hijos; todo era tragado por la oscuridad que lo absorbía como un agujero negro.
Sus manos se desintegraron, al igual que todo su cuerpo y el propio universo…

En ese mismo instante, por decisión de su esposa, Frank Martin era desconectado del respirador artificial que lo había mantenido con vida por los últimos tres años. De esa manera, morían con él, los sueños en los que había vivido sus últimos años, mientras su cuerpo inerte yacía postrado en la habitación de un hospital.




FIN