sábado, 25 de junio de 2011

El Precio de la Muerte

 












Era tarde ya. El sol había cruzado el horizonte, dejándole paso a una noche y turbia, invadida por la niebla. El cielo oscuro amenazaba con tormentas que se desatarían de un momento a otro. Mientras que el persistente viento era el encargado de mover ramas de árboles y congelar el alma de cualquier ser vivo que se le cruzara. Era invierno en Nueva York. Uno de los más crudos en los últimos años. El frio atroz se metía por cualquier rendija, invadiendo hasta sitio más pequeño.
Esto incluía la habitación de Jack. Que en ese momento, se encontraba tendido sobre un viejo diván, fumando un cigarrillo. Sobre la única mesa de la habitación, había una botella vacía de licor, un vaso y un teléfono. Justamente sobre este último objeto estaba fijada toda su atención, ya que estaba esperando una llamada; la cual le indicaría los detalles de su próximo trabajo. Una vez finalizado, desaparecería de la ciudad. No le agradaban para nada las grandes ciudades, con todo su movimiento y bullicio. Además su oficio requería total discreción y prudencia. 
Mientras tanto, su vista estaba posada en la ventana, observando el exterior, donde  ahora una débil llovizna irrumpía. Su mente se encontraba relajada, focalizada en su próxima tarea, como siempre; por eso lo contrataban, porque era el mejor en lo suyo.   
De pronto, sus meditaciones se vieron interrumpidas, ya que alguien golpeaba la puerta.  La voz se identificó como el posadero del lugar. Jack ni se inmuto, siguió recostado, presa de sus pensamientos. Los golpes se volvieron a repetir, esta vez con más fuerza. Finalmente, se levantó enfadado para ver que quería ese idiota, y cuando iba a abrir la puerta escuchó el sonido de un arma martillada.
Rápidamente se arrojó al suelo, mientras varios disparos agujereaban la puerta. Al ver que esta se abría, sacó su revolver contestando con más plomo. De pronto el teléfono comenzó a sonar. Debía contestar esa llamada. Hacia una semana que se encontraba en la ciudad para contestarla.
El agresor disparaba desde afuera de la habitación. Jack tiró nuevamente y se arrojó hacia donde estaba el teléfono, volteando la mesa y refugiándose detrás de ella. Mientras el otro tipo cargaba una nueva ronda de balas, Jack levantó el teléfono. Una voz le indicó que se dirigiera en ese mismo momento a una taberna ubicada a pocas cuadras de allí, luego cortó. Entonces el agresor comenzó nuevamente a disparar contra Jack agujereando totalmente  la mesa. Este intentó repeler el ataque, pero no tenía balas. Debía salir de allí como fuese. El tipo de afuera sabía que Jack no tenía más balas, e ingresó en la habitación. Entonces este tomó el vaso de la mesa y se lo estampó en la cabeza, mientras al mismo tiempo se arrojaba por la ventana. Dio un par de vueltas por el tejado, hasta caer en la calle. Maltrecho, se incorporó rápidamente, mientras el otro tipo disparaba sin puntería, desde la ventana con la cara empapada de sangre. Bastante sorprendido por lo que acababa de suceder, Jack se refugió en la espesura nocturna, y se dirigió hacia la taberna.  

Llegó bastante maltrecho al lugar. Le dolían todos los huesos y no era para menos, si bien había caído desde una altura considerable, ya no tenía la misma edad de otros tiempos.
Lentamente se acercó a la barra, se sentó y pidió un whisky doble. Tres minutos después, el cantinero se lo dio y disimuladamente le entrego además, una servilleta en la que había una anotación.
En ella decía “Búsqueme detrás del bar, le daré las instrucciones de su trabajo”. Jack miro al cantinero de reojo, éste hizo de cuenta que no lo veía y siguió secando unos vasos. De un trago, Jack vacío el suyo.  Se levantó con cierta dificultad, y salió por la puerta trasera.
Un viejo farol alumbraba a duras penas el exterior. Jack miro a su alrededor pero no divisó al informante. Entonces, sacó el último cigarrillo de su chaqueta, pero no encontró su encendedor.
De repente una mano le encendió su cigarro. Era un sujeto vestido con un largo sobretodo negro, sombrero gris, que miraba continuamente hacia su alrededor, de una forma poco disimulada.
- En este sobre esta todo lo que debes saber de tu trabajo. - exclamó el recién llegado.
-¿Era también parte del trabajo, el tipo que enviaron a mi habitación hace un par de horas a asesinarme?  – contesto Jack tomando el paquete.
- ¿Asesinarte? Nosotros no hemos enviado a nadie a asesinarte;  nos sirves vivo. Y si hubiésemos enviado a alguien, – agregó sonriendo burlonamente - ya estarías muerto.
Jack expiró el humo de su cigarrillo en la cara del sujeto; este lo observó  con furia, y luego añadió: -Bueno, no tengo tiempo para estar aquí, toma – le dijo entregándole un maletín.  Aquí tienes veinte mil, tendrás el resto cuando hayas terminado el trabajo. Y recuerda, lo quiero vivo. No creo tener que informante que te sucederá si fallas.  Luego de decir esto, desapareció en la noche.  
Jack se quedó allí parado unos instantes. Arrojó su cigarrillo, y se dirigió por las desoladas calles a buscar un lugar en el que pasar la noche. Mañana tendría mucho que hacer, que  demostrar una vez más porque era el mejor de todos.

Esa misma noche, estudió cada detalle, hasta el más minucioso. El plan ideado seria implementado  poco después del amanecer. Su compañera de velada fue una botella de brandy y un vinilo de Frank Sinatra. Allí se quedó durante varias horas sobre el escritorio de la habitación, observando la imagen del tipo que aún no sabía que iba a morir. El sujeto en cuestión era Vincenzo Mandino, o “Tío Vince”, como le gustaba que lo llamasen, jefe de una de las familias mafiosas más poderosas del país, que controlaba la mayor parte de Nueva York. Eran bien conocidas las redes de casino y burdeles que tenía bajo su control, además de ser el principal abastecedor de alcohol y tabaco en toda la zona este. Sin embargo, este férreo monopolio despertaba la codicia de las otras familias que se habían visto relegadas de estos beneficios, lo que llevo a un acuerdo entre familias para eliminar al tirano. Al enterarse de esto, Mandino, emprendió una ofensiva brutal contra las demás bandas asesinando a casi todos sus integrantes.
Realmente fueron verdaderas masacres, varias a plena luz del día en lugares públicos. Mientras tanto, policías y jueces eran sobornados por  el “Tío Vince”, sacándolos así de su camino.
Esta guerra entre clanes mafiosos debía terminar de una forma u otra, así lo entendían sus líderes. Los sucesivos atentados contra Mandino habían fracasado. Ya no podían permitirse más errores. Por eso contrataron a Jack, el mejor asesino a sueldo del mercado. Él debía terminar con esta matanza.

Después de preparar el equipamiento y ponerse el chaleco antibalas,  Jack se quedó tendido en la cama, fumando. Trataba de no pensar en nada, pero aun así lo hacía. Necesitaba estar lo más focalizado posible; nunca había cometido errores, esperaba seguir sin cometerlos.
A la hora indicada, se dirigió al lugar de los hechos. Con su maletín en mano, subió por las escaleras de un viejo edificio abandonado hasta el segundo piso. Luego abrió la valija y comenzó a ensamblar cada parte del fusil. Apoyó el arma en el marco de la ventana, encendió un cigarrillo y se quedó esperando.
Según el informe que había recibido la noche anterior, Mandino iba a reunirse en el restaurant italiano de enfrente, con el comisario de la ciudad. El lugar se encontraba completamente vacío, a excepción del comisario, que se encontraba hacia rato sentado en una mesa, mirando impaciente su reloj a cada instante. Luego de un par de minutos, dos vehículos se detuvieron a escasos metros de allí. Mandino bajo del primer auto, acompañado de sus guardaespaldas e ingresó al lugar; mientras que los del segundo vehículo bajaron y se quedaron vigilando afuera.
Mandino saludó con un gesto al comisario, que fue respondido con el mismo y se sentó enfrente de este; mientras los guardaespaldas vigilaban el perímetro. Jack tenía en la mira a Mandino, solo faltaba apretar el gatillo y asunto terminado. Pero de pronto, los ventanales del restaurant fueron tapados por cortinas, impidiendo ver lo que sucedía en el interior.
Instintivamente, Jack quitó el fusil de la ventana, lo desarmó, guardó en el maletín y salió del edificio.
La cuestión se había complicado, pero aun Jack no había agotado todos sus métodos.
Disimuladamente, cruzó la calle evitando ser visto por los guardaespaldas en dirección al vehículo de Mandino. Una vez enfrente de él, se agachó hasta la puerta trasera e intentó destrabar el cerrojo que la abría. Finalmente esta cedió, sacó una bomba casera de su maletín y la introdujo detrás del asiento. Toda esta acción le llevo menos de un minuto concretarla. Cerró la puerta, tomó su valija y paró un taxi que pasaba por allí.  Subió a él, y le indico al chofer dar media vuelta y esperar de la vereda de enfrente. Necesitaba confirmar visualmente que todo saldría correctamente.
Luego, de unos minutos más, Mandino salió del restaurant, pero esta vez fue escoltado al segundo automóvil. Un insulto al aire salió de la boca de Jack, mientras el taxista lo observaba sin comprender. En seguida, ambos vehículos se pusieron en marcha, mientras Jack le ordenó al taxista seguirlos, pero a una distancia prudencial.
Los vehículos habían tomado la avenida principal en dirección norte. Mientras la persecución se desarrollaba, Jack cargaba su revólver, ante la atemorizada mirada del chofer.
Segundos más tarde, el segundo vehículo de protección de Mandino volaba por los aires. El automóvil donde él viajaba frenó, y bajaron los guardaespaldas para ver qué había ocurrido. Jack le dio un jugoso fajo de billetes al taxista por su servicio y su silencio; y le ordenó que se marchara. Tomó su revólver y eliminó uno a uno a los matones que habían salido a investigar. Luego, tomando otro revólver de uno de los muertos, se dirigió al vehículo de Mandino.
Ingresó por el asiento trasero, donde se encontraba “tío Vince” y apuntándole a él y a su chofer, les ordenó ponerse en marcha.
Mandino observaba como con cierta admiración a Jack y entonces exclamó de pronto:
- A ver, muchacho; si me dices quien te envió, prometo que haré de cuenta que no ha sucedido nada y podrás irte en paz. Jack esbozó una débil sonrisa.
- Si es por el dinero, yo puedo triplicar lo que te estén pagando; solo dime el nombre de tu patrón.
- No gracias, estoy bien así - exclamó Jack.
Luego de un minuto de silencio, Mandino preguntó:
- ¿Realmente sabes quién soy?
- Sí, lo sé; y no me interesa – respondió Jack. Luego, le indicó al chofer que siguiera el camino hacia la costa.
- ¿Cuál es tu nombre? – pregunto Mandino.
- No te interesa, y si tanto quieres hablar; podrás hacerlo con tus amigos mafiosos cuando lleguemos. Ahora dobla a la derecha y conduce hacia los astilleros. – exclamó Jack, indicándole al conductor.
Mandino se quedó callado durante el resto del trayecto, sin quitarle la vista de encima a Jack. Una vez que llegaron al lugar, Jack le disparó al chofer y apuntándole a Mandino,  bajaron del automóvil y se dirigieron al punto de encuentro.
Mandino caminaba lentamente, sin oponer la menor resistencia. Detrás iba Jack apuntándole en todo momento.
Finalmente ingresaron a uno de los galpones que había en el lugar, donde se encontraron con varios sujetos armados. Entre ellos, estaba el informante de la otra noche en la taberna, quien se acercó a Jack, rodeado de otros maleantes. 
- Buen trabajo, lo has hecho verdaderamente bien- exclamó este.
- De acuerdo, ¿dónde está el resto de mi dinero?- pregunto Jack.
- Enseguida lo tendrás.
Y de pronto, los demás sujetos detuvieron a Jack, impidiéndole moverse.
- Tome señor Mandino, aquí tiene su arma - dijo el informante.
- Gracias Johnny - respondió “tío Vince”.
Jack no podía entender nada de lo que sucedía. Solamente que le habían tendido una trampa.
- Debiste haber aceptado mi propuesta cuando te la hice - añadió Mandino sonriendo.
- Eres la última piedra que debía sacar de mi zapato. Ahora nadie más se interpondrá en mis planes.
Jack miraba con furia al informante, Mandino lo notó y enseguida dijo:
- Te equivocas, Jack; Johnny es mi sobrino, y el solamente cumplió su tarea, la emboscada hacia ti fue astutamente urdida por mí, no sin contar con hechos verdaderamente fortuitos.
- Mis soplones me informaron que las demás familias, o los que quedan de ellos -prosiguió- habían contactado contigo para asesinarme. Al enterarme que te hospedabas en un hotel de la zona, envié a uno de mis mejores hombres para eliminarte, pero lograste escapar. Luego, nos enteramos que esa misma noche ibas a hacer contacto con tu verdadero informante y envié a Johnny para que lo asesinara y tomara su lugar. Por supuesto toda la información que te dimos estaba estudiada al pie por nosotros y fue puesta en práctica fielmente hasta conducirte a este lugar.
- ¿Y por qué rayos se tomaron tanto trabajo conmigo y no me eliminaron de primer momento? -preguntó Jack.
- Verás, al principio pensamos utilizarte para erradicar al resto de las familias, pero como ya lo hemos hecho, no tienes ninguna utilidad para mí. Y acto seguido Mandino disparó dos veces contra Jack, dejándolo tumbado en el suelo.
-Bien, levanten todo, nos vamos de aquí -  le ordenó  “tío Vince” a sus subordinados.
- Espera maldito, aún tengo algo para ti – se oyó por lo bajo la débil voz de Jack. Mandino se dio vuelta sin creer lo que oía y Jack sacó su revolver volándole la cabeza de un disparo. Enseguida los hombres de Mandino ametrallaron el cuerpo de Jack con docenas de balas.
Jamás había fallado una misión, y esta no era la excepción; porque, después de todo, él era el mejor de todos.


FIN